Los dias que nos quedan por vivir

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Me encontraba en casa, escuchando música en mi habitación y sonaba Supposed; desde hacía ya algún tiempo era habitual que  mi corazón se acelerara al ritmo de aquella canción que se había convertido en un himno de seducción para mis oídos.

Estaba haciendo la maleta cuando mi teléfono interrumpió los últimos planes para  completarla. ¡Eran mis amigas!  ¡En 50 minutos salía mi bus para Madrid y aún no había conseguido terminar mi equipaje! De repente comenzó a sonar Suicide, esta canción siempre lograba emocionarme, me transportaba una y otra vez al concierto; al momento en que aquel hombre alargó  su mano hacia mí; sí, sí… hacia Veronica Sanchez. Le respondí a mi amiga Lidia que la llamaría después, de camino a Madrid. Guardé mis All Star y mis maquillajes en el interior de aquella maleta con la sensación de que seguramente me estaba olvidando de algo, pero enseguida me tranquilicé con la certeza de que  me lo prestarían las chicas. ¡Por fin estaba lista para partir!

El viaje hasta Madrid fue el más corto que había realizado hasta entonces, igual era por la excitación de las vacaciones o porque James susurraba en mis oídos "Lie Down Baby". Ignoraba qué me ocurría, pero llevaba unos días muy alterada, con las hormonas a flor de piel. Llegué a MAdrid, allí me reencontré con mi amiga Ana, que me esperaba para acompañarme al aeropuerto. ¡Mi vuelo saldría en dos horas y media!

 Avisé a LIdia, una vez  que hube facturado mi equipaje; ella –impaciente- ya había subido al avión. A continuación le envié un whatsapp a Judith y otro a Sara: nos veríamos en el destino acordado: Londres. Los nervios me invadían… Habíamos soñado tantas veces con este viaje, habíamos fantaseado tanto y tanto sobre lo que haríamos en la ciudad del Támesis…  Y ahora yo  estaba esperando para subir en aquel avión.

Me pase las tres horas de vuelo soñando con las chicas y nuestras locas aventuras. Durante este último año (Madrid primero, Barcelona después y por último nuestro  paraíso). La nave aterrizaba y mi cuerpo daba convulsiones, estaba pisando la tierra de James, mi corazón palpitaba muy rápido; en la cinta de las maletas vi a Lidia, Judith y Sara que habían venido en el mismo vuelo; se mostraban tan emocionadas como yo. Nos dimos un largo abrazo y como de costumbre las tres nos pusimos a parlotear.
Salimos apresuradas del aeropuerto y cogimos el transporte público que nos trasladaría hasta el hotel elegido; habíamos tenido la buena idea de hablar con las Jarmys inglesas y nos habían ayudado.

Al llegar al hotel me di cuenta de  que no era el mismo que aparecía en la reserva, pero Judith confiada sacó el papel y nos pidió los documentos. Nos dieron dos habitaciones; Lidia y yo en una habitación matrimonial y Judith y Sara en una doble. No era lo planeado, pero me encantaba la idea de pasar cuatro días con .Lidia
El cuarto era espectacular: una antesala con un sofá orejero vintage y una mesa con fresas y champán francés. Se accedía a la habitación por unas puertas correderas, la cama era inmensa y el dosel se asimilaba a una tela de araña; era tétrico pero me daba cierto morbo. De pronto y sin saber por qué mis ojos se detuvieron ante aquella inmensa cama y me sorprendió que estuviese sin hacer. Lidia, indignada, dio media vuelta en dirección a la recepción. Yo aún no salía de mi asombro,  así que me quedé en el cuarto curioseando. Me acerqué a un extremo de la inmensa habitación para descubrir el baño cuya puerta estaba cerrada… Al abrirla noté que había alguien dentro… el rubor me subió por el cuerpo y en el preciso instante en que cerraba cuidadosamente la puerta, un pie me impidió hacerlo… Lentamente descubrí ante mí al hombre más alto que había visto en mi vida.

Soñando despiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora