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¿Tienes las respuestas a todo?

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¿Tienes las respuestas a todo?

¿O solo finges que lo sabes?

La vida es como una montaña rusa, hay altos y bajos mientras más lo disfrutas más te invaden las ganas de gritar eufórico, pero está diversión inmensa se acaba al momento de bajar, es como la verdad golpeando fuerte, porque la montaña rusa no es más que una simulación, una falsa realidad para escapar de la verdad.

¿Cuántas veces has de subir a la montaña para notar lo dañado que estas?

¿Son las emociones tan traicioneras como dicen por ahí?

Me siento como una feria, un parque de diversiones que todos pueden usar a su antojo, un lugar dónde puede reír y disfrutar, pero a cualquier error los fanáticos se alejan. Soy como ese parque de diversiones que no pude culpar al resto por estos mismos errores.

¿Soy realmente tan innecesaria?

Cómo el río que corre sin una dirección, sin detenerse al llamado de nadie, así es como he llevado los años eternos.

¿Seré capaz de convertirme en pez?

Nadar contra la corriente y alzar la voz, hacerme notar, ponerle fin.

—Eso es lo que paso— basta con mirar al frente para notar el caos ahora desatado.

Rostros confusos y voces dispersas, múltiples quejas y pocas palabras de defensa, mi atención centrada en las cenizas del lugar, deseando no haber bajado nunca de la montaña rusa.

—Japón, ven, debes llenar el papeleo— tacto frío sobre la ropa, mi piel erizándose.

—Sí— aún temblorosa, aún confusa, la pared es mi único soporte para arrastrarme hasta la oficina de la organización.

Y con el pulso desequilibrado habrá que redactar lo ocurrido hace unos momentos, muchas cosas irrelevantes omitidas para evitar las preguntas intrusivas que terminarán conmigo en una sala psiquiátrica.

—Recuerda porque estás haciendo esto Japón, si algo así vuelve a ocurrir el trato se acaba— duras palabras que golpean a mi segundo subconsciente.

—Sí— se trata de un dolor inmenso de cabeza capaz de volverme frío para caer al suelo inconsciente, requiero fuerzas de dónde no las hallo para que eso no ocurra.

Solo una inclinación leve antes de salir sin más y un par de pasos después la misma imagen cambiante frente a mí.

—¿Podemos hablar?— son los lentes oscuros lo único en que me pudo centrar.

U̸n̸ A̸m̸e̸r̸i̸c̸a̸ D̸i̸f̸e̸r̸e̸n̸t̸e̸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora