Bien, la llamada no fue como esperaron, igual que cuando lo intento Japón, la llamada entro directamente al buzón pasándole por alto. USA grito exasperado antes de restregar su rostro con molestia evidente evitando el contacto visual cuando Chile cruza los dedos debajo de la mesa.
—Fue una perdida de tiempo— hablo directo.
La voz algo oxidada después del grito y Chile aparta la mirada tan pronto como levanta la cabeza, no debería, pero está acción solo molesta más al menor.
—¿No dirás nada?— no quiere, pero tampoco hace nada cuando la ira explota en su voz, alto, fuerte con los ojos rabiosos perforando su alma.
No pierde detalle de como su opuesto se estremece y casi se siente mal cuando el ojo ajeno se llena de lágrimas. —No entiendo si realmente estás de mi lado o solo buscas verme fracasar— se levanta cuando una ola de desesperación lo inunda.
No es momento, ni hora para armar un escándalo, sus manos escuecen por las inevitables ganas de golpear o tirar algo, pero mierda, son las cuatro de la madrugada y piensa seriamente, muy por encima de su enojo, que a él no le gustaría despertar con su vecino armando un alboroto.
—Yo no— pero la suave voz destroza su dudosa paz mental activando la bomba de tiempo.
—¿No? ¿Y que se supone que has hecho todo este tiempo? ¿Ayudarme? ¿De verdad piensas que estás siendo de gran ayuda? Por dios. ¡Solo estás siendo una molestia! Un clavo clavado en mi talón. ¡Eso es lo que eres!— debió parar, debió ponerle un alto a su enojo, detenerse y meditar sobre que era prudente decir y no dejarse llevar por sus emociones negativas.
Pero ahí estaba, gritando a todo pulmón sin importar quién se despertara a esa hora y lo escuchase reprochar. Fue demasiado tarde cuando Chile lloraba a mares por sus horribles palabras tan directas y tan reales, un derrame de lágrimas y sangre que manchaba su camiseta de dormir con la cabeza plagada de pensamientos intrusivos.
Es tu culpa. ¿Cómo puedes fallarle a él?
¿Por qué siquiera te detienes a sentirte mal por sus palabras si sabes de sobra que la culpa es toda tuya?
Y aún así Estados Unidos no se detiene porque su mente es un maestro del desprecio y su lengua un arma letal que no tiene miedo de usar, incluso si se usa en su contra.
—Te acercas a mí buscando ayuda, te ofreces para mis propósitos y apesar de todo lo que puedes aportar no haces nada, solo te quedas ahí, callado con todos los detalles guardados para tí mismo. ¿Te crees que esto es un juego? ¿Qué es gracioso?— es demasiado.
Muchas verdades soltadas de golpe y aún así no es suficiente para el angloparlante. —¿Te piensas que tengo todo el tiempo del mundo para escuchar tus razones? Tal parece que solo buscas una excusa barata en dónde el malo de la historia no seas tú. ¿Pero sabes que? Tienes tantos puntos en tu contra que para cuando hayas ideado el plan perfecto yo ya estaré calcinado y mis cenizas guardadas en una anticuada y desagradable colección de jarrones— no es suficiente.
Y es demasiado tarde para Chile dar sus razones ahora porque sabe que son tan ridículas que ni él mismo puede creerlas, por eso no lo detiene, no se defiende y permite que el más alto lo saque a golpes de su casa a pesar de colaborar con ello.
Afuera hace frío, su piel se eriza y su cuerpo tiembla, pero no tiene a dónde ir porque ha huido despavorido de casa de Colombia y su propia casa ya no es lo que solía ser. Solo le queda correr al único lugar que su mente puede maquinar de forma consciente con todos los pensamientos intrusivos haciendo mella desde el fondo.
La cueva.
Cuando USA tiene el tiempo suficiente para calmar su rabia ya es medio día y Colombia admite no saber nada del chileno desde que dejó su casa en plena madrugada.
Chile es un misterio para quienes no lo conozcan de toda la vida porque incluso los que estuvieron a su lado solo conocen la parte negativa que se les permitió cuestionar.
—¿No lo buscarás?— Japón habla tan desconcertada como si el estado de Chile le importará más que el enojo temporal de su amigo.
—No, después de todo lo que dije dudo que quiera ayudarme o que siquiera me perdone. Perdería el tiempo— es la verdadera naturaleza del gringo la que eriza la piel del nipón.
Pero sigue sin hacer nada, aceptado esas palabras como una realidad.
Ya perdono a los latinos una vez, ¿Por qué no perdonarte a tí también?
Es lo que quiere decir. Las palabras quedan atascadas en su garganta cuando unas manos cubiertas de guantes sucios toma a su amigo del cuello de su camisa blanca y estampa su rostro con un limpio golpe de puño cerrado. Un fuerte impacto estridente que grita con ganas “¡Aquí estoy perras!”
Es la hora del almuerzo en el primer descanso de la reunión del día y a USA no le da tiempo ni de sorprenderse porque ya ha sido tirado al suelo con el peso extra de Canadá encima y los puños golpeando directamente su rostro sin pestañear.
La mirada difusa del americano no le permite ver los ojos delirantes de rabia, definitivamente mando algo a la mierda en todos sus sentidos para cometer el error más grande de toda su vida.
No te acerques a Canadá.
Él está prohibido.
¿Por qué siquiera le está pasando eso a él?
Por supuesto. Estados Unidos no sabe nada sobre Chile y es la razón número uno por la que no debería meterse con él. La razón número uno del porque los latinos ya no se meten con él desde la muerte de México.
Chile puede tener aliados bastante cuestionables.
Pero Estados Unidos de América no sabe eso porque nadie le dijo nada.
¿Por qué lo harían suponiendo que ya lo sabe?
Para todos él sigue siendo esa vieja representación que mató a México en compañía de Chile, para todos era pura lógica que no jugaría con fuego.
ෆ╹ .̮ ╹ෆ
Actualización:
“Mal gusto” Alemania encuentra a USA escondido en el ático, cuando el gringo mantiene la calma el alemán le presenta a Japón quien se ha estado quedando en su casa por terceros asuntos.
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U̸n̸ A̸m̸e̸r̸i̸c̸a̸ D̸i̸f̸e̸r̸e̸n̸t̸e̸
Misterio / SuspensoE͟s͟t͟a͟d͟o͟s͟ U͟n͟i͟d͟o͟s͟ D͟e͟ A͟m͟e͟r͟i͟c͟a͟, P͟r͟i͟m͟e͟r͟ P͟o͟t͟e͟n͟c͟i͟a͟ M͟u͟n͟d͟i͟a͟l͟, a͟l͟g͟u͟i͟e͟n͟ g͟o͟r͟d͟o͟, "f͟e͟o͟", d͟e͟s͟a͟g͟r͟a͟d͟a͟b͟l͟e͟, e͟n͟g͟r͟e͟i͟d͟o͟, p͟r͟e͟s͟u͟m͟i͟d͟o͟, e͟x͟a͟g͟e͟r͟a͟d͟o͟. T͟o͟d͟o͟s͟ l͟o͟s͟ c͟o͟u͟n͟t͟r͟y͟s...