El Búnker

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Cuando la camioneta paró una puerta grande se alzaba sobre nosotros, André se bajó y nos hizo una señal para que hagamos lo mismo así que eso, Andre inserto una contraseña en un teclado junto a la puerta y al cabo de unos segundos la puerta se abrió hacia arriba mostrando unas escaleras que bajaban hasta un corredor dónde había cultivos creciendo en macetas amplias, en el piso de más abajo había otro corredor vacío y las paredes tenían puertas con números que seguramente eran habitaciones, más abajo había una sala que tenía los muebles que uno encontraría en un casino como mesas de poker y de billar, a los costados había maquinitas y había guardias en cada sala que nos recibieron con un movimiento de cabeza al pasar cerca.
- bueno divertite vos Dark que nosotros tenemos cosas que hacer.
Dijo Ann tocandome el hombro y yo la despedí con un movimiento de cabeza para que luego se fueran a un cuarto y yo procedí a ir a la sala de más abajo, caminé distraído con el lugar y accidentalmente choque con alguien, al volverme ví a dos personas, uno era un hombre adulto con el pelo casi rapado y el otro tenía una máscara de gas y un sombrero negro de vaquero, decidí no preguntar por eso y limitarme a pedir perdón sin mostrar sentimientos.
- no te preocupes.
Dijo el rapado y el otro lo siguió
- que tal si jugamos una partida de billar.
Yo accedí y nos movimos hacia una mesa que estaba preparada para jugar a aquel juego.
-mi nombre es Leónidas.
Dijo el que estaba descubierto de la cara preparándose para hacer el primer tiro y al terminar golpeó con la punta del palo la bola blanca dispersando las demás aunque ninguna cayó en un hoyo.
-el mío es Dark- dije y Leónidas me miró confundido mientras le pasaba el palo a el otro.
-Dark?
-si, así me llamo, bueno, no recuerdo mi nombre así que me puse así.
-te queda- asintió Leónidas.
- y quién eres tú?- le pregunté al enmascarado cuando dió su tiro y el me tiró el palo con un aviso previo y yo lo traté de agarrar resultando en este chocando con mi pecho y deteniéndose en el centro de mis codos.
- Yo solo soy un forastero. - respondió esté.
-que? No tu...- fui interrumpido por Leónidas- el se autollamó forastero solo por qué le gusta.
Por alguna razón me sentía a gusto rodeado de gente, seguimos jugando y hablando hasta el atardecer y me quedé a dormir en aquel lugar.

C.H.A.T.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora