Prólogo

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En Rumania corría una leyenda muy famosa destinada a asustar a aquellos que osaban adentrarse a confirmar su existencia.

Hace muchos años cuando la tecnología estaba apenas saliendo a la luz, al sur de Rumania se había alzado un gran pueblo, donde un chupa sangre había sido condenado a ser alimentado con aquellas personas que corrían con la mala suerte de caer en sus encantos.

Había un hermoso hombre llamado Sebastian el cual a cualquier mujer que se le pasaba le daba la mejor noche que pudiera imaginarse, pero mientras estaba descansando después de tener una relación con una de las pueblerinas, su puerta fue tocada en medio de la noche en plena tormenta.

Al abrirla una mujer con muchas cicatrices apareció empapada y encapuchada, rogándole que le dejase pasar la noche y como regalo, le daba un collar con un rubí aparentemente falso.

Sebastian con mucho orgullo y una sonrisa divertida le negó la entrada, la mujer le dijo que no se dejase engañar por aquella apariencia tan poco realista y que buscara en su apasionado corazón un poco de bondad.

Al rechazarla nuevamente la mujer empezó a cambiar de forma, dejando ver a una hermosa hechicera vestida de trajes rojos y negros con unos despampanantes orbes color sangre.

Sebastian se arrodilló y le clamó perdón pero era demasiado tarde, su amante había corrido lejos sin escatimar en su desnudez dejándolo desprotegido y la hechicera sin perder más tiempo lanzó un gran encantamiento sobre él; condenándolo a ser un chupa sangre apuesto que sólo se debía alimentar del líquido carmesí esencial en la vida.

Y sólo encontrando a aquella mujer u hombre que lo hiciera sentir amado y diferente, podría volver a ser el humano que tanto anhelaba regresar a ser por años.

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