Parte VIII

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Su cabeza dolía, jamás había sentido algo parecido antes, pero poco duró el sentimiento de estar mareado ya que el silencio abundaba en el lugar donde se encontraba.

—¿Geneviéve?— llamó una vez, murmurando por lo bajo esperando a que su "amada mujer" estuviera cerca, pero no recibió respuesta— ¡Geneviéve!— gritó con euforia, estaba asustado.

Se sentía como un niño pequeño, sin protección alguna sabiendo aún así que los humanos poco podrían hacerle, pero se sentía débil sin tener un propósito por el cual vivir como era la chica francesa.

Corrió por todos lados tropezando de vez en cuando, notando que se encontraba en su casa del bosque, rasgó las paredes en varios intentos por correr más rápido pero no encontró por ningún lado a la chica. Empezó a temer.

—¡Geneviéve!— gritó al hueco del techo, escuchando como su eco se alejaba con desgano y los pájaros volar por el repentino sonido, pero su puerta rompió toda acción que estaba haciendo.

Al abrirse, la chica se encontraba un poco distraída, con comida y lo que parecían ser medicinas en una bolsa de plástico, al verla tan limpia e indiferente no dudó en acercarse aunque ella le hubiera reclamado por no estar descansando.

—¡Muñeca!— exclamó estrechando su pequeño cuerpo en sus brazos, oliendo aquel embriagante aroma que surgía de su cabello— me preocupaste...

—¿Preocuparte? ¡Tú fuiste el que por poco me mata!— le miró con miedo, no quería pensar que se había transformado en algo que no era y haberla asustado— ¡te desmayaste como si nada!— suspiró aliviado, sonriéndole para hacerle saber que estaba bien, sabiendo que era un remedio para que ella dejase de estar molesta— creí que te había sucedido algo Sebastian...

—No me puede suceder nada cariño, no soy un humano...del todo— murmuró acariciando su mentón y llevando sus dedos desde ahí hasta su mejilla, pasando sus dedos más abajo.

Geneviéve suspiró dejándose llevar, pero al instante de darse cuenta lo que estaba pasando, apartó sus manos suaves y las observó por segundos antes de hablarle a Sebastian.

—Siéntate, quiero revisar si estás bien— susurró la chica acariciando el dorso de su mano, inquieta y confundida puesto que estar cerca de Sebastian la hacía pensar demasiado, sobretodo por el hecho de "colmillos chupa sangre".

No sabía con exactitud como reaccionar ante él, sentía miedo pero...¿decírselo podría ser la mejor opción? Después de que se desmayase las cosas se habían visto demasiado distintas a como él las pintaba, sobretodo cuando aquellos ojos estaban reluciendo en un rojo sangre, donde sus colmillos dejaban brotar gotas del líquido carmesí con una rapidez atemorizante. Le asustaba.

—¿Hay...algo malo?— murmuró mirando como sus ojos se desviaban y se perdían en el vacío, agarró su mentón y lo alzó para hacer que le mirase, Geneviéve entró en razón y se alejó de él unos centímetros antes de caminar hacia el sillón como si nada hubiera pasado, sentándose y dándole señas a Sebastian de que se sentara con ella.

—Ven acá— dijo con una sonrisa amigable, Sebastian sospechó unos momentos pero decidió dejarlo pasar, yendo a sentarse con ella. Pero Geneviéve notó que estaba ocultando su lado diferente— Sebastian, quiero verte...— dijo pasando su mano por su mejilla, intentando ver esos ojos rojos y con su pupila distinta.

—Linda no creo que sea...

—Por favor, quiero verte— susurró mirando su cuello con marcas rojizas, probablemente por la caída que tuvo al desmayarse— por favor...

Sebastian suspiró, cerró los ojos y dejó que ese poder fluyera en su ser, escuchando como el rubí se agrietaba ligeramente, estaba perdiéndola y lo sabía, pero sobretodo le dolía saber que ella estaba dejando, secreta y discretamente, de mostrarse como en realidad era.

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