El pueblo poco a poco comenzó a evolucionar, sus pueblerinos dejaron de asistir a aquel bosque donde se decía que el chupa sangre acechaba tanto día como noche para buscar su alimento.
Se convirtió en una gran pueblo de casas repletas de seguridad y edificios pequeños de calles amplias con callejones extensos, perfectos para aquel merodeador de la noche que cazaba sin ser visto desde las sombras.
Pero un día poco diferente a los demás una nueva persona se mudaba al desafortunado pueblo, una chica para la sorpresa de todos, una hermosa en realidad.Cabellos largos y castaños, desordenados y que caían en un elegante corte emo/media luna en su rostro alargado y pálido, decorado con labios rosados suave y unos resplandecientes ojos caramelo tocando el ámbar brillante y suave como la corteza de los robles y pinos del bosque nevado.
Al llegar a su departamento era medianamente acogedor, era diseñadora gráfica por lo que serían pocas las veces en que tuviese que salir de su cómodo hogar.
Se instaló y dejó varias cosas en los estantes pequeños, la mayoría siendo collares falsos y decoraciones de cristal que amaba coleccionar, mencionando su colección de minerales que tanto apreciaba, con sus peluches de cualquier cosa que decoraban su cama pegada a la ventana del séptimo piso donde vivía.
Los vecinos de vez en cuando la visitaban, entregándole una calurosa bienvenida y dándole alguno que otro detalle por su belleza o por amabilidad, hasta que una señora, la que había estado frecuentándola por más tiempo, decidió comentarle acerca de la 'directa' maldición que los acechaba desde hace años.
—¡Buenos días Sra. Baciu!— saludó la chica de veinticinco años de edad, sonriente como muchos de los vecinos le habían comentado a la señora mayor que era, la única pueblerina que se había encargado de advertir a aquellos del merodeador.
—Buenos días señorita Denueve— respondió la señora de avanzada edad, perdiéndose en sus pensamientos antes de que Geneviéve la llamase para que regresara de su transe.
—Y...¿a qué debo la visita?— preguntó ella con incomodidad, nunca había experimentado algo por el estilo por lo que no tenía idea de como actuar.
—Necesito hablar con usted un momento, ¿puedo?— interrogó con sutilidad.
Le pareció extraño la manera en como le hablaba, desde un principio Belmont Briand, su mejor amigo de infancia en Francia, le había advertido de que ese pueblo en específico guardaba un enorme secreto extraño, algo que lo hacía especial.
Y como siempre, su terquedad se mostró al aire una vez más para hacerle ver que podía vivir en donde sea aunque haya un asesino en serie rondando por ahí.
—C-Claro.Se apartó de la puerta dejándola pasar, la cerró con delicadeza esperando ver algún acto sospechoso de su parte pero sólo presenció cuando su cuerpo descansaba en su sillón monótono con las piernas cruzadas y los dedos enrollados en su rodilla extendida.
—¿Le ofrezco té?— preguntó con un marcado acento francés, nunca había sido ese tipo de persona que sospechaba de alguien con distintas facetas en el día a día.
—Gracias— asintió y fue a la pequeña cocina a preparar dos tazas de su mejor té de manzanilla y chocolate, todo el tiempo bajo la atenta mirada de la señora que se sentaba en su sillón de sólo una persona.
Al dejarlo en la mesa tomó asiento enfrente de ella en otro sillón pequeño de tres personas, con espalda recta, rodillas unidas y las puntas de sus pies tocando apenas el suelo, separadas las dos por la mesa de cristal de estilo antiguo que daba un toque minimalista al pequeño hogar.
—Trés bien, ¿a qué debo la visita?— volvió a interrogar la chica con una sonrisa ligera, intentando lucir lo más tranquilamente posible por el cambio de expresión de la vecina más dulce.
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Derrame
FantasyUn hechizo que lo transformó en bestia, sin amor y sin amigos que lo acompañasen por las eternidades que lo condenarían a seguir como un chupa sangre. Sebastian, aquel conde que tanto se hablaba en Rumania, tendría que encontrar aquel amor que había...