Ambos caminaban un poco adoloridos después de la pelea dada por los jóvenes atrás, Sebastian había ayudado bastante a cargar los muebles y sobretodo haber defendido a Geneviéve del peligro, pero sentía que poco a poco se desvanecía y en cualquier momento no existiría más.
Al llegar se pusieron manos a la obra, aunque Geneviéve era la que hacía mayor trabajo ya que Sebastian parecía no tener experiencia ni siquiera clavando clavos.
—Eso te quita algo de encanto— dijo Geneviéve viendo como luchaba por no martillarse los dedos por querer armar el sofá. Sebastian sonrió burlonamente.
—Nunca fui de hacer demasiado, solo daba las mejores noches a las mujeres pero...tal parece que eso era lo único que ellas buscaban— murmuró algo decaído, Geneviéve se acercó luego de estar pintando en la pared y de haberlo mirado con pena, se notaba que estaba roto en el amor.
—Sebastian no te sientas mal— dijo sobando su hombro, buscando algún consuelo pero aquellos ojos rojos tristes le hacían olvidar hasta el abecedario más básico— yo...sé que si te lo propones podrás encontrar a esa mujer especial.
—Eso es lo que me han dicho, pero siento que cada vez que lo hago lo terminó estropeando más— se levantó y fue a la cocina que era la parte más cuidada de la casa y no era por nada.
Siguieron arreglando todo en silencio, pero Geneviéve pensaba más bien en Sebastian que aún batallaba con los tornillos y aunque fuera un vampiro y alguien de demasiados años, parecía alguien con quien podrías estar por el resto de tu vida.
Pero antes de que Sebastian pudiera hacer burla de como Geneviéve le miraba, la chica soltó una pregunta que él no deseaba escuchar por ahora.
—¿Por qué llevas un rubí roto en el cuello?— se acercó con una sonrisa, viendo como Sebastian se enderezaba y miraba cada acción que hacía— no digo que sea feo pero, el pobre parece estar a punto de romperse.
—Lo sé, pero e estado evitando que eso pasara desde hace años, y no pienso dejar que lo haga— respondió con serenidad, pero manteniendo un tono calmado para no parecer incómodo o algo por el estilo.
Empezó a preocuparse cuando unos pequeños sonidos de agrietado empezaron a escucharse, eran ligeros y poco frecuentes pero Sebastian los conocía muy bien.
—Geneviéve aléjate— susurró tomando sus muñecas, dueñas de aquellos dedos que paseaban por el rubí que parecía estremecerse ante su tacto ya que de a poco estaba agrietándose aún más— no lo toques linda...no es algo que quieres que pase.
—¿Por qué? no entiendo— murmuró mirando aquellos labios gruesos que tanto le apetecían probar, pero no quería dar ese paso hasta que estuviera segura de ello.
—Hay cosas que no quiero que entiendas todavía, pero el rubí que traigo, es algo complicado pero delicado que no puedes tocar— agregó con una media sonrisa, borrada por la desviación de sus orbes azules a los labios contrarios— aunque aún espero una respuesta a otra cosa...
—No es así de sencillo— comentó la chica con una media sonrisa, bajando su mirada al pecho de Sebastian y alejándose del mismo— es algo más complicado pero delicado que aún no puedes tocar— sonrió y desvió su cuerpo a la pared para seguir pintando, estuvieron toda la tarde trabajando hasta que el cansancio se hizo notar.
Comieron y luego descansaron en el cómodo sofá donde dormirían, al menos para Sebastian eso era más cómodo que un colchón sucio y una cobija que apenas lo cubría del frío.
A la madrugada, Sebastian no se encontraba en ningún lado y aquel vacío en el lado derecho de Geneviéve la hizo despertarse y empezar a buscar con la mirada adormilada al hombre que la traía vuelta loca.
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Derrame
FantasyUn hechizo que lo transformó en bestia, sin amor y sin amigos que lo acompañasen por las eternidades que lo condenarían a seguir como un chupa sangre. Sebastian, aquel conde que tanto se hablaba en Rumania, tendría que encontrar aquel amor que había...