PASTEL DE CALABAZA

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La lucidez es un don.

Aún cuando creemos estar en razón, a veces vivimos bajo otra realidad; el paralelismo de nuestros ojos con los de otros tiende a ser borroso, inclusive engañoso; para unos el umbral de la vida posee más químicos que otros, colores más vivos, tonos vibrantes, olores poderosos, dando una sed insaciable de temperatura; hay quienes no pueden hacer esa distinción, que lo llevan como un mantra, impregnado en su ser, casi como doctrina, un estilo de vida.

Algunos ven como depredadores, deseosos de capturar a su víctima y llevar a cabo todas la ideas de su escabrosa mente; poseerlas o deshacerlas, beberlas o comerlas; muchos no saben cuando parar, otros si, pudiendo volverse una carrera lineal sin ser descubiertos, pero al final del día siempre terminan siendo cazados por otros como ellos.

Hay quienes creen estamos en el infierno y luchan por ello, que fielmente narran cohabitamos con demonios, donde solo unos pocos podrían vivir de la gloria divina; pero cada cabeza es un mundo totalmente distinto.

Yo no le podía decir que todo estaría bien, la certeza era algo ya imposible de pensar; en estos momentos desconocíamos si nos encontrábamos en medio de su cacería, si éramos nosotros quienes lo acechaban o unas presas que lo seguían; lo más claro ahora es que estábamos en una zona riesgo, un lugar hecho para la muerte.

Nos encontrabamos frente al Dinner; exasperados, irritados, con una odisea interior abominable; la experiencia nos estaba desgarrando el pecho horrorosamente, penetrando nuestras entrañas, estábamos jugándonos la vida de otros y la nuestra; podría ser que también la libertad, pero la experiencia de sentir vibrar las manos, elevar el ritmo en el silencio y sentir el calor en la cara, nos hacia esto.

¿Será que también somos depredadores?.

-Vamos a entrar.- susurró Ridley tomándome de la mano.- sea lo que sea estamos juntos en esto.

-No quisiera pensar tan negativamente.- le sonreí con nerviosismo, quería demostrar aún había esperanza en esto.- saldrá todo bien.- apretando más su mano.

-¿Pensaste llegaríamos hasta aquí?.

-Ni un momento.- susurrándole casi a sus ojos.

-Creo es hora...

Era siniestro y escalofriante ingresar, aún cuando ya habíamos atravesado sus sillones y mesas, la intensidad de los colores había cambiado, juraba todo era naranjoso con tonos fuertes en rojo, mis ojos me estaban pasando una mala jugada; les confieso que el terror se estaba apoderando de nosotros.

Respiramos fuertemente y nos soltamos, era momento de enfrentar al demonio, darle fin digno a la masacre; claro, si es que se podía...

Procedimos a ver nuestro alrededor; nos veíamos acompañados de 3 almas en el lugar, todos en su papel respectivo; la camarera, el anciano de la barra y el empleado en el sofá; la luz cada vez era más fuerte para mi, podía ver los tonos más definidos, la calidad de la saturación y la atención a los rostros de aquellos.

Nos encaminamos a una esquina, Ridley estaba a punto de tener un ataque de ansiedad, sus pupilas estaban tan dilatadas como las de un animal observando a su presa; estaba muerta en temblores, pasando creo, el peor momento de su vida, al menos para su paz mental.

-El pastel de calabaza es excelente en un día como hoy.- nos sorprendía la camarera, teníamos tanta tensión que no habíamos visto venir su presencia.

En los huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora