CASERÍA DE BRUJAS

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La orden se había girado y Hunk era feliz.

Las cosas habían resultado extremadamente fáciles para la fiscalía, nuestra teoría sobre el  31 de octubre del año en curso les había dado lo suficiente, no dudaron en lo absoluto y solicitaron una orden para poder catear el domicilio, así como negocio del actual sospechoso número uno; un pobre hombre estafado por amor y envenenado por su entorno.

A nadie le causó "sorpresa" lo que pudieran encontrar en aquella vieja tienda, sabían lo que querían hayar; bastó que agentes intervinieran y tomarán lo obvio, "la música", aquel material para incriminar; era algo sucio, vil y bajo.

No tardaron en aprender a "Mike Allen", la nota fue estruendosa, la violencia implícita en la detención contra el, exagerada, su rostro de horror, frustración; todo fue por vinilos en la sección de clásicos, "Antonio Lucio Vivaldi" y "Franz Liszt", sus verdugos.

Era absurdo.

Toda la jugarreta era una burla para el trabajo que habíamos hecho Ridley y yo, pero no buscaban una investigación larga, deseaban condenar; les ayudaba a creer habían progresado en algo, les brindaba la oportunidad de anunciar la "pronta" justicia a la sociedad, un vaso de porquería, una paz, esparcir una falacia utópica; nada de lo que se había logrado era para darle fin a esto, solo querían un rostro a quien dar culpa.

Había amanecido congelado por el aire acondicionado de mi departamento, me despertaba una tenue luz, relajante, pero molesta a la vista; toda la tensión de la semana se había acumulado en la totalidad de mi cuerpo, por fin, tras jugar policías y ratones, nos habían dado descanso, creían habían terminado todo con "Mike Allen", pero Ridley y yo sabíamos firmemente que aún no culminaba el caso, y aún cuando no estábamos de acuerdo con los movimientos del mismo, nos vimos en la necesidad humana de aceptar los días, tomando del viernes al lunes.

Mi cuello pedía auxilio, así que pronto me giré de la cama para estirarme, cada tendón y músculo se expandía por la presión que ejercía, volviendo a su sitio cada uno de ellos, menos la espalda.

Tomé una breve ducha y procedí a tomar el móvil aún en el baño, no podía dejar de pensar en nuestros hallazgos, tan solo la breve idea de que un inocente sufriera por pensantes primitivos, que juzgaran a un hombre por ser quien es, me rompía la mente, era una tormenta moderna de sufrimiento, odiar por la orientación de alguien y acusarlo de homicidios por pequeñeces.

Mi paz mental era nula, no podía despejarme ni con el vapor que la regadera emanaba, pese el calor que producía, mis gotas de sudor no eran por la temperatura, la ansiedad me tenía a tope y conocía a otro individuo que quizá, estaba peor que yo.

-¿Cómo estás?.- me anunciaba a la llamada emergente de mi celular.

-Sabes que mal...

-Se que aún tenemos tiempo y conseguir algo, impedir ocurra el 31 de octubre.

-Adam, es mañana, no hay manera humana de trabajar ya en esto.- susurraba con un tono funesto Amanda, contrario a la alegría vívida que siempre existía en ella.- lo mejor es esperar a Halloween, ver si deja rastro.

-Quizá... todo esto, me resulta una tonta casería de brujas.

-Parece inclusive adecuado a la temporada, ¿no crees?.- nuestras voces eran apagadas, decepcionadas, pero profundamente, en el pecho, no deseábamos terminar la llamada, aún cuando no había sentido para continuar.

-No entiendo.- contestaba aturdido, limpiando con una mano el espejo lleno de vaho por la humedad.- no creo hacerlo algún día.

-¿Sabes?, deberíamos ir por un café, por los buenos tiempos, ya sabes, ahora que término todo ya no trabajaremos juntos.

En los huesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora