XII

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Decir que aquel día había mejorado todo sería mentir, porque la realidad es que lo empeoró.

Si antes me sentía deprimida ahora me sentía peor.

Aquel día llore tanto que Jongsan lloró igual que yo. Lloré tanto que mi padre tuvo que abrazarme con fuerza, tratando de calmar mis sollozos, pero solo lo empeoró.

Aquel día de tanto llorar me quede completamente dormida, hasta despertar al día siguiente.

Cuando desperté, papá ya no estaba y en su lugar estaba mi madre. Mi madre estaba allí, sollozando, aferrándose a mi cuerpo mientras sollozaba.

Odiaba, odiaba, odiaba saber que mi madre tenia que sufrír por mi culpa, todo por mi culpa. Estaba harta, me sentía harta, harta de que sufrieran los demás por mí.

Hoy, la lluvia caía aun más, parecía que el cielo estaba por caerse. Parecía que el cielo estaba completamente roto. Roto como mi cuerpo, roto como mi alma.

No me sentía bien. No sentía que estaba viva. Me sentía muerta. Muerta en vida.

Y entonces las preguntas de mis demonios interiores se hacían presentes.

¿Sería mejor morir? Si muriera los demás podrían estar en paz. Si muero, ¿Alguien sufrirá por mi? Y entonces uno de esos demonios me respondía que no le importaba a nadie y era tan insistente que comenzaba a creerlo.

Me sentía cansada de estar en aquella silla de ruedas. Con un poco de esfuerzo de mis manos logre acomodarme una poco mejor.

Miré por la ventana. Las personas estaban ingresando, riendo, con sus paraguas o sin ellos y llegaban corriendo.

Hoy era una de esas dichosas fiestas de alta sociedad, hoy era de esos días del año donde todas las personas se reunía en una casa, en una fiesta.

A mi madre le había tocado organizar la fiesta esta vez. Todos quedaba encantados cuando ella la organizaba y es que ella tenía un buen ojo para las decoraciones.

-Cariño, ¿Estas segura que no quieres bajar?- Preguntó mi madre, ingresando a mi habitación

La miré detalladamente, tenía un vestido color verde agua que parecía brillar con la luz. Ese vestido tenía una abertura en la parte derecha, dejando ver un poco de su pierna, no tan exageradamente.

Mi madre llevaba un moño elegante en su cabello, también pude distinguir una que otra trenza en él. Su maquillaje no era tanto, pues ella al igual que yo, le gustaba mucho más lo natural.

-No, ya hablamos de eso madre- Respondí en lo que parecía más un susurro

Mi voz no sonaba bien al hablar, pues no le había dirigido la palabra a casi nadie. Sonaba ronca y como un susurro, un susurro ronco.

-¿Segura?- Preguntó de nuevo

-Segura- Respondí

Ella forzó una sonrisa y se acercó a mí, agachándose hasta quedar a mi altura.

-Incluso si no vas a bajar a la fiesta- Paso un mechón de cabello tras mi oreja- Te ves hermosa

-Tu te ves muy hermosa madre- Confesé, de nuevo en aquel susurro

-Gracias hija- Besó mi frente para después repartir besos por mi rostro entero

Sonreí levemente. El sonido del piano indicaba que la fiesta había comenzado y por ende mamá debía bajar.

¿Qué sería una fiesta sin su anfitriona?

-Debo bajar hija- Susurró

Tomé su rostro y plante un beso en su frente-Suerte madre- Esta sonrió y acarició mi mejilla

-Te amo cariño- Se puso de pie

-Y yo a ti mamá

Me dio una última sonrisa y salió, cerrando la puerta tras de sí. Un suspiro cansado salió de mis labios y dirigí mi mirada de nuevo a la ventana.

Pude visualizar a mi padre con Jongsan en uno de sus brazos y tomando la mano de Sook con la otra, mientras ella llevaba el paraguas que los tapaba a los tres.

Tras ellos cierto chico pelinegro se había detenido, con otros dos chicos.

Los tres miraron hacia mi ventana, pude reconocer a Jimin y a quien creo sería su novio, mientras que el otro chico se trataba de nada mas y nada menos que:

-Jeon Jungkook

Shadows of the past || Jungkook ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora