Capitulo 1

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Un martes común para mi. Siempre es lo mismo.

Me despierto temprano y me dirijo a la misma panadería de siempre de la que mi padre me había dejado a cargo.

Siempre son los mismos clientes. Siempre son las mismas órdenes.

El día oscurecía y la calle se hacía solitaria. No habia nada más que hacer que empezar a cerrar el negocio.

Pero espera.

Una figura jamás antes vista por estos alrededores se encamina hacia mi.

—Buenas tardes — Me saluda con una dulce voz mientras veía la variedad de panes que ofrezco.

Podría pasar la tarde entera admirando a esa hermosa chica. Sus ojos negros, su piel trigueña, su abundante pelo rizado.

No me di cuenta de lo que aquella chica me había pedido.

— Hey, chico —Gira sus manos frente a mis ojos haciéndome volver a tierra

— ¡Oh! — Reacciono —Disculpa estaba... eh... — Nada se me ocurre

No podía decirle que me había perdido en sus profundos ojos que me empezaban a convencer del amor a primera vista.

— Olvidalo —Cambié de tema —¿Panes quieres cual?

Soy un estúpido. Las palabras se me trababan y nada conciso salía de mi boca. Pero no es mi culpa, pues nunca me han enseñado a hablar con ángeles.

— ¿Disculpa?— La chica frunció el ceño y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

Debo de reaccionar rápido, si sigo actuando así quizás se vaya a la panaderia de la otra calle.

— Excuseme, ¿Cual tipo de pan sería de su preferencia? — Pregunto

¿Por qué tanta formalidad? Pero al menos he podido sacar las palabras

—Quisiera diez panes de este, por favor — Dice señalando en la vitrina.

Casi nadie compra pan de trigo por este vecindario lo cual encontré extraño que haya pedido ese tipo de pan.

Además de eso, muchos panes significan  una gran familia. Por lo que supuse que no vive sola.

Eché los panes en una bolsa tratando de ocultar mi torpeza.

— Aquí tiene — Le entrego la bolsa.

La chica se queda mirándome con gestos neutros. No entendía por qué hacía contacto visual conmigo. Incluso llegué a pensar si tenía algo en mi rostro que dirigía su mirada hacia ello.

— Yyy... — Me invita a continuar pero aún no entiendo a qué se refiere

— Yyy... — Le respondo con el mismo tono.

— ¿Y cuánto debo de pagarte? — Enuncia con cierta molestia.

Ya la había cagado.

Mi extraña forma de actuar la habia hecho molestar.

— Perdón — Me disculpo — Son 50 pesos. Aunque a ti te lo daría de gratis.

¿QUÉ ACABO DE DECIR?

Detesto cuando mi cerebro liga los cables y en vez de decir algo en mi mente lo termino diciendo en voz alta.

Pero al parecer a ella no le molestó. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Una sonrisa tan brillante que podría ser el reemplazo del sol.

Con ciertos rubores en sus mejillas sacó su monedero, me pagó y se marchó

Y ahí me encontraba yo, reteniendo todas las ganas de ir tras esa chica y decirle lo hermosa que se  ve hoy.

Pero a veces suelo ser muy tímido para dar los primeros pasos.

Lo único que me queda es esperar para verla otra vez.

El chico del panDonde viven las historias. Descúbrelo ahora