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Pecado

—Mark... Detente un poco... Para empezar ni siquiera deberías estar aquí.— Jaebum dijo.

—No entiendo qué haces aquí, Jaebum.—dijo sin mirarlo siguiendo con un informe en su computadora.

—No te hagas el duro. Vine aquí tan pronto Youngjae me dio la noticia.—hizo una pausa y suspiró al notar que su amigo no tenía la más mínima intención de continuar con la conversación.—Si estás mal es mejor que no te estreses más.—aconsejó.

—Jaebum, estoy trabajando.—bufó el mayor.

—¿Has ido a verlo?—se atrevió a preguntar.

—Claro, me aparezco en el hospital frente a sus padres y empeoro la situación. ¿No? Jaebum, aprecio que quieras estar para mi pero no quiero hablar del tema.—Jaebum lo miró. Mark estaba pálido y estaba trabajando como un demente según supo de los empleados cuando llegó. Todos estaban algo preocupados por su estado. Era obvio que Mark, el tipo duro y poderoso a cargo de la empresa estaba pasando por un mal momento.

—Todo va a estar bien.—Mark lo fulminó con la mirada. El pronóstico reservado de Jinyoung lo tenía al borde de la desesperación. Sentía que sus órganos estaban comprimidos dentro de su cuerpo, que su cabeza era un reloj y el tiempo solo pasaba sin que él pudiera hacer nada.—Llorar o estar triste no te quitara la imagen de tipo fuerte. Mírate, ese sobreesfuerzo es insano, hombre. Estoy preocupado por ti.—dijo Jaebum.

—Jaebum... Quiero estar solo.—el más joven simplemente asintió antes de dirigirse a la puerta.—Si necesitas algo, estaré disponible. Sin importar el horario.—y se marchó.

Mark se movió en su silla. Sus ojos se clavaron en la foto que mantenía de Jinyoung en su escritorio. Las cavidades de su corazón se contrajeron y un terrible dolor de cabeza lo hicieron maldecir en voz baja. La angustia queriendo ser expulsada al exterior lo estaba matando hacía dos días. Pero no iba a llorar, no lo iba a hacer. La única persona que podría verlo llorar como un imbecil lleno de amor era Jinyoung y no estaba allí para verlo destruido. Porque Mark había decidido eso en el momento que reconoció estar enamorado, que sus lágrimas y sus sonrisas sólo le pertenecían a Jinyoung.

Se sentía vacío, desorientado, asustado y tan angustiado que creía que se moriría. El dolor fuerte en su pecho no se iba desde que Hwanwoong le informó lo que pasó. Juro no culpar al chico pero no podía evitar que el rencor se apoderara de cada parte de su ser cuando Hwanwoong le dijo las cosas que Jinyoung fue a decirle por lo que había hecho al delatar su relación con un hombre mayor a sus padres. Si Hwanwoong no hubiera abierto la boca Jinyoung estaría toda la noche en sus brazos, respirando contra su pecho. Estaría la mañana y la tarde enviándole mensajes adorables con emoticones o audios provocadores, estaría cenando con el en la noche el sashimi que tanto le gustaba. Estaría desarmandolo con ternura y sus palabras de amor. Estarían juntos viendo una película jurando que quizás tendrían un amor más real que los protagonistas. Y quizás Jinyoung lo despertaria en la mañana con besos y quizás desayunarían juntos hasta que él lo tuviera que llevar a la escuela.

Mark se sentía roto.

Siempre se sintió sobre su eje, tenía una vida planeada desde la primera hora de la mañana hasta que se iba a dormir. Y en todas esas escenas que se había planteado en su cabeza Jinyoung estaba allí. ¿Y ahora qué? Solo podía confiar en él médico de confianza que había asignado y pagado exclusivamente para Jinyoung en uno de los mejores hospitales de la ciudad. Tenía su parte médico y sabía que su bebé estaba grave. Podía sentir como si se estuviera yendo porque lo había soñado. Había tenido una pesadilla en la que su Jinyoung desaparecía entre sus brazos como algo que se lleva el viento sin lugar preciso. Y dolía como los mil infiernos.

»Call me baby boy when we're behind the four walls«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora