Fragmento 12

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De cuando volvieron a casa...

Las vacaciones de invierno llegaron tan pronto como un parpadeo. Desde su graduación, Percy había estado dando lo mejor de sí para entrenar a sus estudiantes, después de todo, dos de ellos participarían en las estatales de septiembre.

Pero de eso, ya habían pasado dos meses. Dos largos meses donde Nico estuvo muy ocupado con su funeraria y sus trabajos en el Inframundo. Él jamás había notado que mucha más gente moría en invierno, ya sea por accidentes automovilísticos o hipotermia en vagabundos.

Sin embargo, en todo ese tiempo, Percy solo podía pensar en las vacaciones. Como cada año, desde que tenía doce, ellos arribarían al campamento mestizo para visitar a sus amigos y pasarla en familia. Visitarian el Olimpo y cumplirían sus tradiciones.

Percy extrañaba el campamento más que nada en el mundo.

Por eso, aquel trece del mes doce, el hijo de Poseidón fue al departamento de su madre para pasar el día juntos. La mujer le preparó un delicioso almuerzo y a la tarde hicieron galletas azules en forma de peces y tridentes. Paul se encontraba ahí, por supuesto, y les hizo compañía con alegres villancicos de fondo.

Cuando el reloj marcó las cinco menos treinta, Percy se encontraba acostado en la cama de su antigua habitación. Muchos recuerdos abarcaron su mente, como el apestoso de su primer padrastro y la vez que conoció a Grover. A Quiron siendo su profesor y una visita al museo donde empuñó por primera vez a contracorriente, él en serio odiaba a la señora Dods, mejor conocida como la furia Alecto.

Percy rió con amargura, si le hubieran dicho a los doce años que él terminaría siendo novio del hijo de Hades, amo y señor del Inframundo junto a todas sus monstruosidades, seguramente se habría reído y marcado de loco.

El chico vio por la ventana, macetas con preciosas flores de luna, tan mágicas como su brillo. Sonrío, recordaba a Calipso muy bien, era una chica que no merecía su castigo.

Estiró su mano para retirar la nieve de una de las plantas, la detuvo en el aire, un precioso anillo de oro blanco con pequeñas incrustaciones de esmeraldas brillaba en su dedo anular. Giró la mano, una calavera delicada trazada junto al nombre de Nico Di Angelo.

Percy se sentó rápidamente y abrió la boca con sorpresa. Había tenido una revelación. Río y se levantó para ir con su madre.

-¡Me marcho! -dijo entrando a la sala, donde Sally y Paul veían la televisión-.

-¿Por qué? -preguntó la mujer, confundida- Pedimos comida China para cenar.

Percy negó con la cabeza y se acercó para darle un beso en la frente.

-Ya compraré algo en el camino para Nico y para mí, lo pasaré a buscar al trabajo -explicó rápido-. Tuve una revelación milagrosa, seguro fue obra de Afrodita -rió-.

Sally y Paul intercambiaron una mirada de confusión, a veces simplemente era difícil entender la mente de un semidios.

Percy, en cambio, no espero respuestas. Él solo salió de la sala, tomó sus cosas y se fue. Abajo, llamó al taxi de las tres hermanas y fue directo hasta la funeraria Di Angelo.

-Buenas noches -saludó a Caronte apenas entró-

El barquero apenas levantó la vista de su revista para verlo.

Pequeños momentos || PERCICO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora