Fragmento 3

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De cuando le tocó hablar con el suegro.

Aquel día Percy no podía dejar de dar vueltas por su cabaña. Caminaba desde la puerta de entrada hasta la fuente de agua salada, una y otra y otra vez.

Cualquiera diría que estaba nervioso o preocupado, pero Tyson diría que su hermano se estaba volviendo loco, ¡ya hasta lo había puesto nervioso a él! Tyson sollozó cuando las piezas del nuevo reloj-escudo que armaba se le cayó al piso. Solo entonces Percy se detuvo.

—¿Estás bien, Tyson? –preguntó preocupado, olvidándose unos segundos de su odisea mental–

—¡Me pones nervioso, hermano! –dijo aún sollozando, con una lágrima enorme resbalando de su ojo– Has estado caminando de aquí para allá por una hora seguida.

Percy abrió los ojos sorprendido, sinceramente no se había dado cuenta.

—Lo siento mucho, hermano –dijo soltando una risita nerviosa–.

—¿Qué te sucede? –preguntó, olvidando su trabajo sobre la cama, quería ayudar a su hermano–

—Verás, tú sabes que me gusta Nico, ¿cierto? –el cíclope asintió–

—El chico muerte es bueno, me trajo joyas para tu escudo –le dijo sonriendo, Percy pensó que ese era un lindo detalle–.

—Bien, y yo también le gusto a él y quiero pedirle que sea mi novio.

Tyson asintió antes de preguntar:

—¿Por eso estás nervioso? –Percy negó–

—Sé que él no va a negarse, pero quiero hacer las cosas bien –explicó–. Quiero pedirle la bendición a Hades para ser novio de su hijo.

Entonces Tyson entendió perfectamente, su tío Hades daba muchísimo miedo cuando quería.

—Que papá Poseidón te acompañe, hermanito –le susurró sintiendo pena por su hermano–.

Percy gimió por lo bajo, ojalá su padre sí lo acompañara y protegiera de ser quemado vivo y enviado al Tártaro de nuevo... o algo peor, con su tío y futuro suegro nunca se podía saber con seguridad.

Luego de la charla con su hermano y de armarse de la valentía que lo caracteriza, Percy salió de su cabaña rumbo a la número trece. Eran apenas las nueve menos siete, Nico seguiría durmiendo.

Una vez frente a la puerta, tocó tres veces. Esperó paciente, sabía que su futuro novio tenía el sueño ligero y solía levantarse de mal humor. Por eso no le sorprendió que un Nico semidesnudo –apenas con el shorts de su pijama– lo recibiera con su espada de hielo estigio a punto de rebanarle la garganta.

—Bu-buenos días, chico zombie –habló nervioso y estirando su cuello hacia atrás–. Eso estuvo cerca –pensó–.

Nico rodó los ojos y bufó antes de dar media vuelta y entrar de nuevo, caminando hasta su cama para envolverse en sus sábanas.

—Te he dicho que no me despiertes así –su voz se escuchaba ahogada, seguramente porque estaba cubierto de pies a cabeza–.

—Sí, sí, lo sé –habló–. Pero no creí correcto entrar sin tu permiso.

Nico saco su cabeza solo lo suficiente para mirar a Percy.

—Pues ya lo tienes, idiota.

Percy sonrió, antes de recordar para qué había ido y su sonrisa se transformó en una mueca.

Pequeños momentos || PERCICO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora