Fragmento 10

3.3K 303 20
                                    

Después de un largo día...

Aquella mañana comenzó siendo de horrores para Percy Jackson. En primer lugar, tenía que llegar a la universidad a las siete menos treinta, pues tenía exámen final de nutrición. Pero claro, su alarma no sonó y el semidios se levantó a las siete menos veinticinco.

Percy había olvidado que su novio saldría esa mañana antes que el mismísimo Apolo sacara al sol. Aparentemente Caronte creyó divertido cambiar su recepción de muertos hasta la funeraria del chico, ciertamente tenía sentido, pero para Nico Di Angelo estaba siendo un problema enorme entre los muertos y no muertos. La niebla a veces jugaba con ellos, haciéndolos ver a sus seres queridos.

Por lo mismo, Percy no tenía el desayuno listo. Gimió, lamentándose, cuánto extrañaba a su pequeño rabioso. Normalmente era él quien lo despertaba, a patadas si era necesario, y le preparaba el desayuno.

Quince minutos después, bañado y correctamente vestido, Percy tomó su bolso y salió corriendo de la casa. Tenía menos de diez minutos para llegar al salón de clases. Miles de opciones llegaron a su mente, hasta que recordó el taxi de las tres hermanas.

—Situaciones extremas, necesitan medidas extremas –se dijo antes de lanzar un dracma de oro al suelo, donde segundos después apareció el dichoso taxi–.

No lo pensó dos veces antes de subirse y darles la dirección de la universidad. Las tres mujeres comenzaron a saludarlo y preguntarle sobre su vida después de la última vez que se vieron. No habían cambiado nada, seguían hablando demasiado y peleándose por el único ojo. Además de conducir sin cuidado alguno.

Al llegar a la universidad, Percy corrió como alma que huye del Tártaro. Se llevó a un par de estudiantes y otros tantos de mantenimiento. Justo cuando vio la puerta de su salón, aceleró el paso, aún estaba abierta.

Por supuesto, tuvo la mala suerte de que la puerta estaba frente a un cruce de pasillos... y su profesor venía por el otro lado. El hijo de Poseidón no pudo detenerse a tiempo y ambos hombres terminaron en el suelo.

El más joven, nuestro héroe, terminó de cara contra el suelo, eso había dolido. Se sentó en el suelo, acariciando su frente y naríz, le sorprendía no estar sangrando. Estaba entre sus lamentos mentales, cuando un quejido y una maldición se escuchó por lo bajo. Giró la vista con miedo.

Ahí estaba su profesor, en el suelo al igual que él, su portafolio a unos pasos de ellos y su estilizada camisa manchada de café. Percy tragó grueso y su respiración se detuvo cuando observó lo que el hombre sostenía: su tablet.

Ese aparato electrónico que contenía toda la información, clases y planificaciones del mayor. Todo el material de todas sus clases.

En ese momento Percy temió lo peor y la culpa se instaló en su pecho. Por lo mismo se levantó con torpeza y se acercó al profesor para ayudarlo. Pidiéndole disculpas cada dos palabras y tartamudeando en el proceso.

—En serio, de verdad lo lamento, profesor Smith. Yo solo no lo vi, lo siento, quería llegar a clases a tiempo. Porque ha sido una mañana horrible, lo siento muchísimo, le prometo que le pagaré su tablet, su camisa y su café también, lo siento –repetía una y otra vez–.

El hombre respiró profundo y colocó una mano en el hombro del chico.

—Tranquilicese, señor Jackson –dijó por fin, Percy calló–. Estoy... claramente disgustado por esta situación –aclaró–, pero no es motivo para que el mundo se acabe. Así que, por favor, entre al aula mientras voy a cambiarme.

Pequeños momentos || PERCICO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora