Fragmento 8

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De cuando Poseidón los invitó...

Estaban a diciembre veintiuno, el solsticio de invierno. Percy y Nico llegaron a duras penas al edificio en cuya sima se alzaba el Olimpo.

Aquel año estaban en conjunto del campamento Júpiter. Camisas naranjas y moradas mezclándose entre sí, bullicio por aquí y por allá.

—Annabeth se ha esmerado en las remodelaciones –le comentó Thalia–.

La hija de Zeus se postró a su lado, sonriente aunque no dejaba de ver a sus cazadoras, pendiente que ningún campista hiciera algo estúpido con ellas.

—Supongo que sí –respondió no muy seguro–.

Thalia lo observó con los ojos entrecerrados, como si estuviera pensando en preguntar algo o no. Percy se alzó de hombros y suspiró.

—Sinceramente no he hablado con ella en meses, desde que terminamos –aclaró–.

Thalia abrió la boca, sorprendida. Eso no se lo esperaba.

—¿Cómo... Cuándo?

—Hace más de un año, el otoño pasado. Fue su decisión. Ahora estoy felizmente con Nico.

La hija de Zeus prefirió no agregar nada y cambió de tema. Luego atacaría con preguntas a su amiga. Pasados unos minutos se reunió con su hermano, Jason, y se perdieron entre la multitud.

Los semidioses y las cazadoras subían de a grupos en los ascensores. Nico lo había convencido de esperar al último para no tener que compartir su espacio con muchos otros.

Al subir al Olimpo, los panteones brillaban individualmente según el toque simbólico de cada dios, pero increíblemente modernos. Los colores armonizaban junto a la distribución. Sí, Annabeth había hecho un gran trabajo.

Nico tarareó a su lado una canción, no sabía cuál, puesto que él escuchaba una totalmente diferente. Cosas que jamás entendería por completo, pero agradecía a Apolo no tener que escuchar las canciones que los dioses oían.

Tomados de las manos, el hijo de Hades y el de Poseidón siguieron a los demás por el sendero de granito hasta la sala de los tronos.

Los dioses se alzaban a metros de altura, sentados en sus respectivos asientos. Percy pudo divisar a su ex novia de pie al lado derecho de su madre. Atenea lo miraba recelosa, seguramente con ganas de matarlo.

El hijo de Poseidón tuvo un escalofrío. Apretó la mano de Nico con más fuerza.

—Ella no puede hacerte nada, bobo –le susurró con una sonrisa que buscaba tranquilizarlo–. Después de todo a mi padre no le gustaría perder su juguete favorito.

Percy quedó pasmado, fingiendo estar ofendido. Nico río por lo bajo, tratando de no llamar la atención.

—Ya, en serio –susurro de nuevo, golpeando su hombro–, tu odiosa ex suegra no te hará nada.

Percy sabía que eso era cierto, pero le gustaba la forma en la que Nico trataba de calmarlo. Por eso decidió molestarlo un poco más antes de que acabara la reunión y pasaran al festín.

Horas más tardes, cuando ya se encontraban en el salón de fiestas, Percy se alejó de su grupo de amigos para ir por unas bebidas para Nico y para él. Además quería alejarse un rato de la persistente mirada de Annabeth. Si eso no acababa pronto y la rubia intentaba montar una escena, no tenía idea de cómo reaccionaria Nico.

Suspiró y negó con la cabeza mientras tomaba unas galletas de las bandejas flotantes. Era curioso como estas se acercaban según lo que querías, sin decirlo. Por eso esperó un tanto más hasta que las copas mágicas aparecían frente a él.

—Ha pasado un tiempo, hijo.

La voz tranquila de Poseidón a sus espaldas llamó su atención. Percy se giró y le sonrió.

—Eh, sí, padre, lo siento por eso –habló–. Aunque no he dejado de dar la ofrenda en su nombre.

El dios del mar se rió y le palmeo la espalda.

—¡Está bien, chico! Siempre has sido un buen hijo, no me quejo porque no haya recibido ni un mensaje iris –sonreía tranquilo–. Pero si me habría gustado que avisaras sobre tu noviecito.

Percy, quién había comenzado a beber de su copa, se atragantó.

—Y-yo... no... Espera, ¿qué?

Poseidón se estaba conteniendo las ganas de reír mientras Percy trataba dejar de toser y balbuceaba.

—¡Es lo que digo, hijo! Mira que tener que enterarme por mi molesto hermano –se quejó–. Perdí unos buenos dracmas de oro cuando decidieron decirle a él primero.

Percy estaba impactado, no había forma de que pudiera hilar sus pensamientos.

—Buenas tardes, señor –se escucho una tercera voz atrás de ambos, Percy sabía que era Nico–.

—¡Hablando del rey de Roma! –exclamó divertido, deteniéndose a pensar unos segundos– No, rey de Grecia sería más apropiado, ¿no creen? –cuestiono riendo–.

Nico los miraba intercaladamente, estaba confundido. Percy le hizo una mueca, queriendo decile que luego le explicaba.

—Bueno, bueno –volvió a hablar el Dios–. Solo quería felicitarlos a ambos, desde que están juntos Afrodita solo ha predicho buenas cosas –sonrió amplio–, eso me hace feliz.

Percy y Nico se miraron sorprendidos. El mayor estaba sonrojado hasta las orejas. Aquella no era una conversación que se imaginaba teniendo con su padre.

—Gracias, papá, significa mucho para Nico y para mí.

El dios asintió antes de cambiar de tema.

—En todo caso, debo volver con Hades para una revancha. Ah, y Perseus, ustedes deberían venir un día de estos a mi palacio.

Ante la repentina invitación, Percy se quedó sin palabras de nuevo. Definitivamente aquel día no era para él hilar sus pensamientos con su lengua.

Nico bufó a su lado, giró su mirada a él.

—Ni sueñes que iré al fondo del mar para estar mojado, con frío, y seguramente a punto de ser devorado por tiburones, serpientes marinas o cualquier monstruo.

Ante sus quejas, Percy rió.

—¡Pero sabes que esos no te atacarán!

...

Muy buenos días, gente linda. Espero qur estén muy bien. Aquí les dejo un nuevo capítulo, no olviden dejar su voto y comentarios (también pueden seguirme, ya que estamos jshdjs)💜

All the love xx

Pequeños momentos || PERCICO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora