Día 10. Donald Duck

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Viiivooooo.

Les traigo otro pequeño drabble. Muy sencillo, pero espero que muy bonito.

Como siempre, les exhorto a comentar si les gustó o no. Incluso si ven errores, adelante, de ello depende mi evolución como escritora. :D 

Disfrútenlo.


Donald nunca se había considerado como una persona agradable de tratar, mucho menos como alguien carismático. Se conocía bastante bien como para autoengañarse de esa forma. Sabía que su temperamento era explosivo y difícil de llevar. Su naturaleza de mecha corta le hacía enojarse con facilidad, era terco, cabeza dura y su discapacidad vocal no hacían más que dificultarle el trato con los demás y, por lo tanto, aumentaban su frustración.

Desde siempre aprendió a vivir con eso. Fue en su adolescencia, cuando todos estos aspectos de su persona se intensificaron, que decidió tomarlo como bandera. Ahora que ve su etapa grunge no puede más que estremecerse y reír. Pero en su momento fue todo un cambio. Della, hasta entonces la persona con la que normalmente se encontraba, era la única con la que llegaba a conectar.

Entonces llegó Mickey, su primer amigo y compañero. Nadie sabe cómo fue que pasó. Mickey era todo lo que Donald no era y lo que Donald deseaba ser, popular, querido y admirado, lleno de optimismo y con amigos por todas partes. Esa amistad llegó de la nada, Donald sólo recuerda que trabajaron juntos una vez y desde entonces el ratón lo considera un gran amigo. La verdad no le molestó en absoluto.

Con Mickey llegó Minnie y Goofy. Entonces conformó a su primer grupo de amigos que no incluían algún familiar suyo. En esos momentos, fue un cambio significativo para el pato. Había logrado hacer lo que nunca creyó poder.

Todo era mejor, pero seguía algo en su interior que no se encontraba satisfecho o completo. Algo le faltaba y el no saber qué le llenaba de frustración. ¿Qué no tener amigos era lo que necesitaba? Ya los tenía ¡¿Qué más quería?!

Seguía con esos pensamientos cuando resolvió irse a la universidad. Tendría que dejar a sus amigos detrás para que todos se dirigieran a sus respectivos sueños.

Así, llego a la universidad como antes. Completamente solo si no contaba a su hermana. Si su temperamento era más llevadero con sus amigos, cuando ya no los tenía cerca volvió a hacerse explosivo y aún más molesto y encendido que antes. El malhumor, enojo y la frustración eran su normalidad. Volvía a ser el de antes.

Así lo conocieron Francisco y José. Malhumorado, nervioso, temperamental, enrabiado, con un genio legendario. Y aún así, lograron escabullirse en su corazón junto con sus otros amigos. Pero hubo algo que los separó del resto de forma definitiva. Ambos dejaban a Donald ser Donald.

Le dejaban estar enojado cuando estaba enojado, si estaba haciendo rabieta le dejaban hacerla, no trataban de hacer razonamientos para dejar de lado su enojo, ni trataban de minimizar su sentir. 

Donald no tenía que mantenerse con una correa figurativa perpetua como con sus otros amigos y Panchito y José sólo intervenían cuando las cosas se ponían verdaderamente difíciles, nunca haciendo menos el problema, sino que distrayéndolo para que eso que le molestaba perdiera su atención.

Y entonces, esa libertad de ser y el reconocimiento que le brindaron a pesar de su gran imperfección, fue lo que le llevó a sacar a luz más de sí mismo. El lado coqueto, maravillado, optimista, aventurero. Todo fue saliendo poco a poco, sus dos compañeros siempre a su lado y siempre alentándolo.

Cuando regresó de la universidad, el cambio fue notorio para sus amistades. Muchos lo atribuyeron a la madurez. No podían estar más equivocados, dado que si fuera eso, no habría hecho más de la mitad de las cosas que hizo con sus caballeros.

Solo necesitaba que todo ese tiempo le permitieran ser Donald por completo. Enojos, voz, conflicto, lealtad, valentía, viveza y todo lo que ser él implicaba.

The Three Caballeros Covid-19 FestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora