Día 18. Familia

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Estoy viva, estoy viva. 

Les traigo nuevo capítulo :D. Cortito como la mayoría de los que he publicado en este compendio. Espero les guste.

Les advierto que algunas cosas que puse acerca de la vida familiar de José son puros headcanons míos y no canon oficial. También aprovecho para advertir que se pudiera percibir como un OT3 de estas tres aves locochonas, pero, como siempre, ustedes como lectores pueden interpretarlo como más quieran ;D.

Ahora sí, disfrútenlo.


De entre los tres, José era el único que siempre se encontraba en desventaja a la hora de lidiar con las familias de los otros y Panchito y Donald lo sabían a la perfección.

José no creció en un ambiente rebosante de visitas y aventuras familiares como Donald. Mucho menos había crecido en un lugar donde no sólo convivían hermanos y padres, sino también primos, sobrinos, tíos, abuelos, cuñados, tíos segundos y de vez en cuando primos y tíos lejanos.

Él se había criado sólo con su hermana en una casa de Río de Janeiro. Más adelante vivió con sus dos sobrinos un tiempo, del cual disfruto mucho a pesar de los grandes chascos que se llevó, hasta que su hermana regresó por ellos.

Así que José no sabía qué hacer consigo mismo cuando sus dos mejores partes lo llevaban de visita con sus grandes y numerosas familias. No estaba acostumbrado a lidiar con tantos familiares al mismo tiempo.

Podía lidiar con muchedumbres. Eso era sencillo. Ahí no conoce personalmente a nadie y puede salir fácilmente de aprietos usando su ingenio o verbo, que nunca le ha fallado. Manejar a un grupo de personas con las que no tiene una conexión es sencillo. Pero familiares. Eso es más complicado para él.

Sobre todo cuando son los familiares de las dos aves más asombrosas que ha llegado a conocer y de verdad, DE VERDAD, quiere dar una buena impresión.

Así que la primera vez que fue a Duckburg a conocer al trio de patitos de los que sólo había escuchado por teléfono fue algo muy... educativo. Después de todo, fue ahí cuando se dio cuenta de la diferencia entre lidiar con una muchedumbre y lidiar con las familias.

Al llegar al bote de Donald todo fue viento en popa, se puso al corriente con su amigo y se preparó mentalmente para cuando Donald recogiera a los pequeños. Causar una buena impresión era imperante, incluso si estuviese tratando con niños; SOBRE TODO si se trataba de niños.

Cuando llegaron los pequeños de seis años y por fin se presentó con ellos, todo salió bien. Y así José entró en un estado de tranquilidad que le hizo sentir confiado.

Error.

Tres horas más tarde no sabía qué hacer con tres patitos que exigían su atención a todo momento, en distintos lugares y de diferentes formas. En un momento escuchaba a Luis, luego Paco comenzaba a halarlo del brazo para que lo acompañara a ver algo que había hecho en la sala y después, de la nada, salía Hugo preguntándole acerca de su ciudad. Para el final del día, José estaba en su límite, exhausto y sentía que su cabeza daba más vueltas que cuando se excedía un poco al beber. Solo entonces fue que Donald se apiado de él y arreo a los pequeños a la cama para descansar.

En palabras del pato, todo había salido extremadamente bien. Para José fue como si se hubiera quedado en medio de la calle durante un huracán.

Claro que lo que vivió ese día no se comparó en absoluto con la vez que visitó México de sorpresa y se encontró a un Panchito en media convivencia dominical en la casa de los Quintero. Cuidar que Hugo no rayara por accidente la mesa al mismo tiempo que vigilaba a un Paco que saltaba por los cojines y se cercioraba que Luis siguiera en la habitación, era mucho más sencillo que lidiar con toda, TODA, la familia del gallo.

En primer lugar, había llegado de sorpresa. Ya ahí había llegado con desventaja porque no estaba preparado, en ningún sentido, para afrontar a todos los Quintero. Pero Panchito lo invitó a pasar de inmediato, como si su llegada hubiera sido planeada, y antes de que él pudiera declinar (huir) varios primos y tías del gallo le animaron a entrar.

No iba a ser descortés con la familia de Panchito, porque su madre lo educó bien... dentro de lo que pudo. Maso menos.

Así que se aventuró a la casa y, cuando fue presentado, todo mundo parecía conocerlo desde hace tiempo.

̶ ¡Oh, entonces tú eres Zé! Por fin te conocemos en persona

Entonces inició todo un desfile de personas que llegaron a abrazarlo, zarandearlo, sacudirlo, besarlo, y revisar que estuviera bien nutrido.

Las tías de Panchito no dejaban de platicar con él, ni de apretujar sus mejillas, así como su madre y su abuela no dejaron de ofrecerle comida toda la velada y de recalcar, picándole el abdomen, que necesitaba comer más porque estaba muy delgado a sus ojos, aun cuando su hijo y nieto era más delgado que él y cuando entre los tres quién tenía más masa era él. Una vez Panchito logró zafarlo de las manos de sus tías y de su madre, los tíos y primos tampoco dejaron de hablarle y hacer bromas, de vez en cuando le propinaban golpes amistosos, palmadas en la espalda y abrazos. Las tres cosas se hicieron más abundantes conforme se acababa el alcohol.

Y LUEGO ESTABAN LAS PRIMAS.

Ellas se dedicaron a entrevistarle con eficiencia y meticulosidad dignas de un reportero o de un detective, y una que otra incluso se atrevió a coquetearle, cosa que le hizo buscar a su tercera parte por el lugar en pánico.

El gallo volvió a salvarlo de entre las pulcras y manicuradas uñas de sus primas sólo para dejarlo con los lobos salvajes. Los sobrinos.

José no puede decir que sabe contar cabezas con sólo un vistazo, pero está muy seguro de que al menos eran más de veinte. Todos llenos de energía, traviesos y juguetones. Si Hugo, Paco y Luis fueron un torbellino para él, la veintena de sobrinos de Pancho no tenía metáfora equivalente. José quedó sorprendido cuando salió de la reunión ileso, sin una rotura o mancha en sus ropas.

Cuando Panchito, a petición de su madre, le llevó a una de las habitaciones de visitas ya entrada la noche, el joven perico sólo estaba siguiendo al otro por pura inercia. Al llegar a la habitación y el brasileño se tumbó en la cama cual saco de papas. Panchito se sentó a su costado.

̶ Don dijo que lo harías bien, y es cierto.

̶ Era hacerlo bien o nunca visitarlos. Lo segundo ni si quiera es una opción, así que...

El mexicano sonrió con suavidad ante las palabras del brasileño. Era un apena que en estos momentos tuvieran que estar separados los tres, pero sabía que era algo que no estaba en sus manos del todo para cambiar.

̶ Y no sabes lo mucho que agradecemos tu esfuerzo. Te queremos.

José dejó que elsueño lo reclamara con la sensación de unas manos acariciando su rostro consuavidad. Por Donald y por Panchito, podría cruzar el desierto del Sahara consólo un litro de agua. Soportar la incomodidad de no saber cómo lidiar confamilias numerosas no sería impedimento para él.


:DDDDDDDDDD

Déjenme saber qué les pareció. Como siempre, sus comentarios, votos, lectura, etc. son más que bienvenidos.

Los quiero. Sigan cuidándose.

The Three Caballeros Covid-19 FestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora