Día 15. Panchito Pistolas

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Estoy viva, estoy viva. Tuve dificultades, pero ya estoy mejor.

Como sea, aquí les dejo otra pequeña historia, espero les guste.

Pues, esta vez les traigo un poco de PanJose para el alma. En capítulos anteriores se me ha olvidado poner estos avisos antes, trataré de que ya no se me pasen. Cuando no vean aviso es porque simplemente los estoy escribiendo como los bros que Disney quiere que sean XD. Igual, las interpretaciones de cada lector son completamente aceptadas.

Disfrútenlo.

José nunca se consideró como un hombre de compromisos. Compromiso era expectativa, y la expectativa era una cadena que te ataba.

Al menos para él.

Por algo la mitad de su vida se la había pasado en el fandango, dando vueltas por la mayoría de Brasil, sin asentar raíces por mucho tiempo.

Cuando lo convencían de entrar en una relación era lo primero que les decía y les dejaba en claro. "Yo no soy de compromisos". Y aunque hubo un par que logró comprender con maestría la forma de ser de José, la gran mayoría le pidió más después de un tiempo. De ahí venía parte de su fama (o "infamia", dependiendo de cómo lo vieras).

José estaba seguro de que si no encontraba nunca a alguien que entendiera su forma de ser, y que a parte estuviera 100% a gusto con su falta de compromiso, encontrar a alguien que lo hiciera querer "asentar cabeza" de forma genuina iba a estar en chino.

Claro que fue entonces cuando un Francisco Quintero Gonzáles (Tercero) decidió aparecerse en Bahia y destruir, cual bola de demolición, todo lo que José había tomado como su verdad de forma religiosa. Panchito llegó a su vida a pulverizar lo que el perico había erigido como hechos de su persona.

Ese gallo tan bullicioso, valiente, guerrillero, ruidoso y escándalos como gentil, protector, dócil y humano no hizo más que derrumbar cada una de las barreras que José había adoptado.

No fue algo instantáneo, claro que no. José no cree en el "amor a primera vista". En el "deseo a primera vista" claro que sí, por supuesto que sí. Pero el amor se va formando de a poco y con el tiempo, cosas que él no le permitía a sus parejas. Francisco ni siquiera le preguntó, simplemente lo hizo.

Panchito le cayó de sorpresa (literalmente), cuando el gallo se cruzó la calle sin ver, en persecución de un sombrero de una chica ajena a ambos. De un momento al otro José tenía al mexicano tomado por el brazo evitando que ambos cayeran al arrollo vial cuando momentos antes sólo estaba caminando por el lugar.

De cierta forma, así como fue su introducción, así sería toda su relación con la otra ave. Llena de sorpresas, giros inesperados y con acciones hechas más por instinto que con razonamiento. Sin embargo, eso era algo con lo que José se encariñó rápida e inconscientemente.

Ese mexicano parecía ser ajeno al sentido común que todo ser viviente tiene instintivamente. Al menos a primera vista así parece y el brasileño está más que seguro que esa máscara del gallo es lo que le permitió acercarse todo lo que quiso a él sin que reforzara sus defensas. Está más que seguro que esa fachada despistada e impulsiva fue la que le hizo bajar la guardia de más cuando comenzó a tener sentimientos más románticos hacia el gallo.

Un gallo muy astuto que era este Francisco. Al menos para escabullirse entre el ingenio sutil de José.

Al menos eso pensaba el loro, hasta que descubrió que Panchito jamás lo había hecho ni intencional, ni conscientemente. Para el gallo también fue algo que pasó de repente y ni siquiera se había dado cuenta que le gustaba José de esa manera. Fue gracias a su hermano que lo hizo, un mes antes de que le pidiera a José de forma directa que le gustaría explorar más allá de una amistad.

José le repitió las mismas palabras de siempre. Francisco las aceptó.

José esperó por mucho tiempo el momento en que el gallo le pidiera más, el momento en que Panchito esperara más de él. Pero el gallo nunca le exigió más de lo que José estaba dispuesto a dar.

El día en que José se atrevió a preguntarle por qué ¿Cómo era que él parecía estar triunfando donde otros siempre terminaban por quebrarse?, Panchito le respondió.

̶ No puedo obligarte a darme algo que no estés dispuesto a dar sólo porque tengo una etiqueta que otros no. Sólo tú sabes con lo que estás cómodo dando y recibiendo, yo sólo puedo aceptarte como eres y respetar tus límites.

̶ ¿Incluso con un título como "pareja"?

̶ Con título o sin título honorífico, querido amor mío.

El loro no supo qué fue exactamente lo que lo hizo sonrojar y desviar la mirada con una sonrisa, si las palabras, el apodo meloso que estaba ahí sólo para hacerlo sonreír por lo soso, o el guiño ladino que le lanzó el gallo. Pero la opresión en el pecho que normalmente sentía cuando salía con alguien y salían estos temas o los apodos dulces, era inexistente en esos momentos.

Duraron muchos años como novios, a pesar de que ambos detestaban esa palabra porque se escuchaba muy adolescente a sus oídos. José dejó de sentirse encadenado con cada percepción negativa de las relaciones en pareja que Panchito se encargó de destruir. El gallo nunca lo dejó, incluso cuando llegaron a discutir escupiendo palabras fúricas. Y si se retiraba era para regresar sereno y hablar el problema para solucionarlo de nuevo.

Entonces, hubo un punto en el que Panchito se convirtió en una constante que José no quería que se esfumara. Hubo un día en que la sonrisa de Panchito era más sol que el propio astro, su voz una música a la que quería escuchar por la eternidad, su tacto un rastro de electricidad en su piel.

José no se consideraba un hombre de compromisos. Pero sin duda podía hacer una gran excepción por esta ave que le cayó de la nada, sólo para tomar las palabras que él tanto se decía para convertirlas en polvo. Simplemente llegó, rompió las expectativas de José para con su vida amorosa y con ellas quebró las barreras "inquebrantables" del loro.

José tendría que hacerlo pagar por tal osadía. Y planeaba hacerlo pagar para toda la vida por el resto de sus días.

Panchito había tenido el valor de adentrarse en esa relación que José le juraba y perjuraba que no podía avanzar más allá que de una relación cautelosa por su parte, era su turno de dejar sus incertidumbres atrás y caminar con el amor de su vida a un panorama donde estaban juntos para siempre.

Holy shit. Lo releí y tuve flashbacks de la vez que lo escribí. Estaba medio zombie y tenía como tres tazas de café encima. Así que algunos párrafos estaban muy amontonados, pero ya los arreglé un poquito.

Como siempre, me alegra leer sus comentarios y me gusta que me corrijan si tengo algún error ortográfico o gramatical.

The Three Caballeros Covid-19 FestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora