Día 2: Padrino de boda

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Lo que dice el título. Disfrútenlo.


Donald no tenía ni idea de cómo fue que llegó a estar parado ante un altar, detrás de José mientras éste y Panchito recitaban sus votos.

Bueno, sí sabía cómo fue que llegó ahí, pero no le quitaba sorpresa al asunto. Sobre todo porque estaba presenciando a sus dos mejores amigos uniendo sus vidas para siempre, con tal devoción en sus ojos que se sentía invisible para ellos. Probablemente lo fuera en esos momentos, pero no le importaba en absoluto.

Daisy se encontraba sentada en alguna silla con los demás invitados, probablemente tomando fotos sin descanso, como amablemente le había pedido. No quería perderse nada de este día tan especial para sus compadres, como les llamaba Panchito.

Le parece que fue ayer el día en que se conocieron en la universidad, pero en realidad ya habían pasado seis años. También le parecía que había sido ayer cuando los latinos por fin se hicieron pareja durante un viaje a México o cuando se habían jurado amor eterno durante una borrachera en Brasil; pero de eso ya llevaban cuatro y dos años respectivamente.

Hacía apenas seis meses que se habían decidido a "atar el nudo" de forma definitiva, y ahora todos estaban presentes en una celebración sencilla y privada. Sólo sus familiares y amigos más cercanos.

Donald recordó la cuasi-pelea que se armó cuando tuvieron que decidir quien llevaría a Donald como su padrino. Por unos momentos, el rubio estaba seguro de que él sería el culpable de que sus amigos se divorciaran antes de siquiera estar casados. Al final tuvieron que decidirlo con un volado, y el ganador resultó ser José, quien le restregó a Panchito en la cara su victoria durante toda la fase de preparaciones y por teléfono durante la mañana del gran día. El otro se contentó con escoger a su hermano y quejarse del resultado, aunque cada que veía a su pareja tan feliz con Donald como su padrino no podía más que sonreír plenamente.

Viéndolos de nuevo, Donald podía sentir la reverencia con la que sus amigos se sujetaban las manos. Panchito estaba lagrimeando, observando al brasileño como si fuera lo mejor que le había pasado en toda la existencia. Probablemente lo era para él. José también estaba al borde del llanto a juzgar por la tensión presente en el cuello del morocho y en los ligeros espasmos fruto de una respiración aparentemente tranquila.

̶ Con el poder que me confiere el estado, los declaro unidos en sagrado matrimonio.

Las palabras del oficiador sacaron del estupor al rubio, quien ahora veía a sus amigos, hermanos, compadres, sonreírse con abandono. Vibrando con expectación y emoción.

̶ Pueden besarse.

Ni tardos ni perezosos, los latinos siguieron la indicación con gusto y anhelo. Fue ahí, cuando Donald observó la dulzura con la que Panchito tomaba el rostro de José y la alegría con la que éste último encontraba los labios del mexicano, que se permitió unas lágrimas de felicidad por sus amigos e irrumpió en aplausos para la feliz pareja.

No podía esperar a que fuera su turno, pero él sí podría tener dos padrinos.


Gracias por leer este pequeño capítulo.

De nuevo, siéntanse libres de comentar opiniones, sugerencias o correcciones.

Cuídense.

The Three Caballeros Covid-19 FestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora