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En ocasiones, escribir es
escapar...

Osadía del pensamiento que gira tratando ver, la inquebrantable condena que la realidad  a veces impone.
Pues no hay peor cárcel, que aquella, que muestra invisible sus paredes y sus rejas.
Quizás, adornada se viera por los juncos que crecen ergidos, vigorosos en la ribera de ese arroyo, donde el agua cristalina te lleva.
Allí fue donde descubrí; entre la humedad que deja las gotas de rocío cada mañana; el modo de viajar por ese cauce y escapar del abrazo de esa soledad, empeñada en convertirse en mi sombra.
Lograr que la mente se transforme y  quizás vea, la belleza de ese valle sin pensar que en los límites de los caminos me pueda encontrar, su cruel aliada llamada tristeza.
Domar sin esperas al cielo acotando las nubes que, empeñadas siempre se muestran en tapar el sol cálido de primavera.
Sentir ser viento y enredarme en las copas frondosas de cientos de árboles.
Algunos frutales, otros copados de flores hermosas.
Seguir ese cauce hasta donde le abraza el río y lo acoge sin premura.
Verse gigante y poderoso, fluyendo entre montañas que inclinadas, crean cascadas desde increíbles alturas.
Caer en estanques donde reina la calma y, el silencio se adorna con los cantos de aves, diversidad de sus notas que se construyen  melódicas y armoniosas.
Dejar que el día se vista, y de con honores el paso a la luna mientras sigue el viaje, donde el mar espera, entre el azul que oscurece cuando la luz ya no llega.
Ser esa ola que acaricia la playa y regresa tranquila.. allí la soledad ya no me encuentra, se pierde en el viaje que la mente me muestra...

Todas las vidas que no viví Donde viven las historias. Descúbrelo ahora