Lady Minako

95 11 2
                                    


Minako, profundamente ofuscada, sintió que un oscuro presagio la envolvía mientras conducía hacia la imponente casona Kou, un bastión de secretos en el mundo del Yakuza. "¿Qué estará tramando Yaten, Fernand Kou?" murmuró para sí misma, su mente llena de sospechas y celos.

Después de 40 minutos de angustiosa espera, llegó a la entrada monumental. Estacionó su auto con un golpe seco y tocó el timbre, su impaciencia palpable. La voz fría del micrófono resonó:

—Buenos días, Lady Minako... En breve mandaré a la ama de llaves.

Con desdén, Minako respondió:

—¿No hay alguien competente en esta mansión de pacotilla? Debería haber un mayordomo fijo para atender a las visitas ilustres como yo. Pero en fin, cuando sea la esposa de Yaten, todo cambiará.

De las sombras emergió Molly, la antigua mucama.

—Buenos días, Srta. Minako. ¿Cómo le va?

Minako, siempre despectiva hacia la servidumbre, le lanzó una mirada helada.

—No me hables muchachita. Eres solo una empleada más que sirve en esta mansión. Limítate a hacer tu maldito trabajo; para eso te paga mi futuro marido.

Molly sintió cómo las palabras de Minako le cortaban como un cuchillo.

—Lo siento, no fue mi intención señorita...

Sin perder tiempo, Minako se dirigió a la habitación de Yaten, pero al no encontrarlo decidió buscarlo en otros lugares. En su camino se topó con Taiki, quien se dirigía a la cocina con una expresión cansada.

—¿Hola, Taiki? ¿Has visto a mi adorado Yaten? —preguntó con una sonrisa forzada que no lograba ocultar su ansiedad.

Taiki bufó y respondió con sarcasmo:

—¿Por qué debería saberlo? Eres su novia, ¿no?

Frustrada y sintiéndose ignorada, Minako replicó:

—¡Claro! Pero vive aquí contigo, idiota.

Minako estaba al borde de un berrinche cuando finalmente lo vio: Yaten estaba hablando animadamente con Usagi, la nueva mucama. La rabia brotó en su interior como un volcán a punto de estallar.

—¡Eres tú la perra con quien me engaña verdad! RESPÓNDEME!—gritó mientras avanzaba hacia ellos con furia.

Yaten giró hacia ella, sus ojos ardían con desdén.

—Sabía que vendrías. Esta es la última vez que me dejas en vergüenza frente a mis empleados. Vete y no vuelvas; esto se ha terminado.

Minako sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. En un arranque de celos y furia ciega, se abalanzó sobre Usagi y le agarró del cabello.

—¡Eres la culpable! Todo esto es por tu culpa... ¡Maldita Mujerzuela! —gritó mientras Usagi luchaba por liberarse.

Usagi sintió que el mundo se le venía encima apenas pudo salió corriendo a la  cocina como si las llamas de Minako le quemaran los talones.

Yaten tomó a Minako del brazo con fuerza y la llevó hacia la entrada.

—Eres una mala mujer... ¿Qué te hizo Usagi para que fueras tan cruel con ella?

Minako lo miró con desafío.

—¿Cruel? Tú sabes bien que soy lo que soy porque tú me has hecho así. ¡He luchado por ti! Todo lo que he hecho ha sido por ti y nuestro amor... ¡y ahora decides dejarme por esa mujerzuela!

Yaten sonrió irónicamente:

—Oh sí, claro. La gran Minako siempre ha sido tan interesada y manipuladora. Te encanta jugar al poder y hacerte la víctima cuando las cosas no salen como quieres. Pero aquí está la verdad: ya no te deseo querida. Usagi ha despertado en mí una pasión que creía perdida. 

Minako se quedó paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? ¿Usagi? ¿Esa miserable niñita?—su voz temblaba entre incredulidad y furia.

Yaten continuó:

—Sí, Usagi. Ella me ha hecho ver lo que realmente quiero; una conexión más íntima y sincera. No puedo seguir con alguien como tú que solo busca aprovecharse de mi nombre y mi poder. No olvides que tú misma fuiste mucama antes de entrar en esta mansión; si hoy eres alguien con dinero es gracias a mí. Así que ahorra tus lágrimas; ya no tengo interés en tus juegos ni en tu egoísmo.

La rabia se transformó en desesperación en el rostro de Minako.

—¡No puedes hacerme esto! ¡He luchado por ti! Todo lo que he hecho ha sido por ti maldita sea... ¡y ahora decides dejarme por esa estúpida simplona! ¡No! No lo resisto...

Yaten apretó los dientes y respondió:

—Lo siento, Minako. Pero necesito ser sincero contigo: no puedo vivir en esta mentira. Usagi me ha hecho ver lo que realmente quiero, y eso no eres tú. Así que ahorra tus lágrimas; ya no tengo interés en tus juegos mentales ni en tu egoísmo.

El aire estaba cargado de tensión; en la temible mansión Yakuza, donde las pasiones ardían como fuego en una noche sin luna y las traiciones eran moneda corriente, cada palabra era un disparo en medio de una guerra silenciosa.

Minako sintió cómo las lágrimas caían por sus mejillas mientras se alejaba lentamente.

—Entonces esto es un adiós, no es así mi querido Yaten...—susurró con dolor.

Yaten asintió, su corazón pesado por la decisión que había tomado. Ambos sabían que el camino hacia adelante sería complicado y lleno de sombras.

La Tentación De Los Kou +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora