Venganza

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Días después, Minako regresó a la mansión, su corazón latiendo con furia. Había pasado días atormentándose por el abandono de Yaten, y esa rabia se había transformado en un torbellino que amenazaba con desbordarse. La traición y el dolor la habían consumido, y al entrar en la mansión, se encontró con Usagi fregando el piso, ajena a la tormenta que se desataba en su interior.

Sin pensarlo dos veces, Minako se lanzó hacia Usagi y la empujó con fuerza.

—¡Tu zorra! ¡Eres la culpable de todo! —gritó Minako, abalanzándose sobre ella con una mezcla de rabia y desesperación.

Usagi, sorprendida y confusa, tropezó y cayó al suelo. Minako no se detuvo; se le fue encima, tirándole del cabello con una desesperación casi primitiva.

—¡¿Quién demonios te crees, maldita puta?! —exclamó Minako, mientras tironeaba de su pelo—. ¡Nadie se cruza en mi camino!

Usagi intentó zafarse, pero el ímpetu de Minako era abrumador. En su mente, Usagi trataba de entender cómo había llegado a este punto. Ella nunca deseó ser un obstáculo entre Yaten y  Minako en su relación. ¿Por qué debía ser ella la culpable de los celos de esa maldita loca? Tenía muy mala suerte.

—¡Déjame en paz, señorita! —gritó Usagi, tratando de cubrirse mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.

Desde un rincón, Yaten observaba horrorizado. No podía creer que Minako hubiera llegado tan lejos. Se acercó rápidamente.

—¡Minako, basta! —gritó Yaten, intentando separarlas mientras su corazón se dividía entre el amor por ambas.

Pero Minako estaba ciega por la rabia.

—¡No me digas qué hacer! —le respondió sin mirar—. ¡Tú no sabes lo que siento, Yaten! Me muero sin ti.

Usagi logró liberarse un poco y se puso de pie, temblando y con el corazón hecho trizas.

—No entiendo por qué estás haciendo esto... —dijo Usagi con voz quebrada—. Yo no tuve la culpa de nada.

Minako se rió sarcásticamente, su risa resonando como un eco vacío en el aire tenso.

—¿Que no tuviste la culpa? ¿Dices? ¡Eres una zorra! La peor que he visto. ¡Mira lo que ha logrado tu ambición! ¡Yaten me ha dejado!

Yaten tomó a Minako del brazo, tratando de calmarla mientras sentía cómo su mundo se desmoronaba.

—¡Escucha! Nada es culpa de Usagi; soy yo el que ya no te ama. Vete de aquí, Minako. Entiéndelo de una vez por todas.

Minako lo miró con desprecio y dolor.

—De verdad que a veces me sorprende lo descarada que eres —dijo Yaten con frialdad—. ¿Tú, que te pasabas engañándome, tienes cara para reclamarme algo?

Minako soltó un grito de frustración y empujó a Yaten.

—¡MI VIDA ES APARTE! ¡Además! Borracha no vale... ¡no recuerdo haberlo hecho!

La tensión en el aire era palpable como un hilo tenso a punto de romperse. Seiya y Taiki llegaron al lugar al escuchar el alboroto. Seiya, furioso y lleno de indignación, gritó:

—Mira lo que ha provocado esta mujer. Te dije, Yaten, que era una loca... Qué bajeza la tuya de aprovecharte de quienes no pueden revelarse ante ti por tu estatus económico... Me das vergüenza, Minako.

Minako sintió cómo el desprecio la envolvía como una manta pesada y respondió con rabia:

—Esto no se quedará así... Haré uso de mis acciones en la empresa y ya veremos... El que ríe último ríe mejor.

Con esas palabras resonando en el aire como un eco ominoso, se marchó furiosa.

Yaten observó la molestia en los ojos de sus primos y suspiró profundamente.

—No sé cómo disculparme por las actitudes de Minako...  Está enferma; necesita una visita al psiquiatra.

Taiki estaba muy enojado.

—No hables pelotudeces, Yaten. Habíamos acordado que las visitas de esa mujer no serían en la casa. Ella no sabe comportarse; es una loca de patio. Odio a esa maldita idiota. Voy a prohibir su entrada a la mansión.

Yaten se exaltó y gritó:

—¡YA DEJEN DE JUZGARME, MALDICIÓN! ¡YO NO HE HECHO NADA MALO! ¡ES ELLA Y SUS CELOS ENFERMIZOS LOS CULPABLES! ¡YA VEREMOS CÓMO SOLUCIONAR LOS ASUNTOS DE PLATA! ¡AHORA DÉJENME EN PAZ!

Mientras tanto, Usagi se despedía con dolor de Molly.

—Adiós, Molly. Nos vemos amiga —dijo con una sonrisa forzada que apenas ocultaba su tristeza.

Al llegar a la entrada, notó la tensión en el ambiente. Yaten la miró con ojos tristes pero llenos de preocupación.

—Lo siento tanto Usagi. Nunca imaginé que esto pasaría... No es justo que te marches por esa zorra lunática.

Usagi asintió comprensiva pero decidida.

—No se preocupe, señor. Entiendo perfectamente... No puedo quedarme aquí; esta situación me está desgastando emocionalmente. Necesito alejarme para encontrar claridad y saber que hacer después con mi vida.

Taiki, visiblemente conmovido por su determinación le dijo:

—Tienes dinero mi querida Usagi. Si no tienes, yo te lo daré como indemnización por los daños que esa mujer te provocó.

Usagi negó con la cabeza firmemente.

—Muchas gracias, pero no lo aceptaré... Aún tengo mis manos buenas para buscar empleo en otra parte. No quiero depender del dinero ajeno ni ser vista como una trepadora más en esta mansión.

Seiya la miraba intensamente y le dijo:

—Mi querida Usagi, no te vayas; si quieres venganza yo te vengaré —le dijo con una mirada sombría que prometía complicaciones futuras.

Usagi sonrió débilmente pero respondió:

—No es necesario, señor. La venganza no resolverá nada; necesito encontrar otro trabajo lejos de este caos emocional.

Justo cuando Usagi estaba a punto de salir por la puerta principal con sus maletas, Yaten intervino nuevamente:

—Usagi, espera un momento... Creemos que deberías tomarte unas mini vacaciones tras el incidente. No es justo que te vayas así... Te mereces un respiro lejos de todo esto para sanar tus heridas.

La Tentación De Los Kou +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora