Conejo

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Usagi se encontraba en su cama, atrapada en un torbellino de pensamientos sobre Seiya, su jefe y uno de los líderes de la familia Yakuza. La sensualidad de su voz resonaba en su mente, recordándole el momento en la cocina que casi la hizo ceder. La mezcla de deseo y culpa la consumía, como un fuego que ardía sin control.

—¿Qué me está pasando? —se preguntó, sintiendo un ardor en su interior—. Él es mi jefe... y tiene novia. No debería estar pensando en hombres ajenos.

La noche se alargó, y Usagi no pudo conciliar el sueño. Eran las 5:30 de la mañana y decidió levantarse. Se dirigió al baño, buscando su provocativo uniforme, una prenda que siempre había considerado un símbolo de su trabajo, pero que ahora parecía prometer mucho más. La tela ajustada le recordaba a la dualidad de su vida: la servidumbre y el deseo.

Mientras el agua caliente caía sobre su piel, no podía evitar pensar en Seiya: su mirada intensa, esa sonrisa que prometía secretos peligrosos y el magnetismo que emanaba de él. Cada gota que resbalaba por su cuerpo parecía llevarse consigo las dudas que la atormentaban.

—Esto no puede estar pasando —murmuró para sí misma, sintiendo cómo el calor del agua no solo limpiaba su cuerpo, sino también sus pensamientos confusos y candentes. Sin embargo, el eco de sus pensamientos seguía resonando en su mente como un mantra incesante.

En ese momento, Yaten, otro líder de la familia Yakuza, tocó la puerta de su habitación con firmeza. Al no recibir respuesta, decidió entrar sin dudarlo. El sonido del agua corriendo lo llevó a un instante de pura tentación.

Al abrir la puerta, se encontró con Usagi envuelta en una toalla que apenas cubría su figura. Su piel aún húmeda brillaba bajo la luz tenue del baño. La escena era electrizante; cada detalle intensificaba el deseo que ardía entre ellos. Usagi sintió cómo su corazón se aceleraba al ver a Yaten.

—Vaya... qué espectáculo tan encantador —dijo Yaten con una sonrisa traviesa—. ¿No crees que deberías dejar caer esa toalla?

Usagi se giró rápidamente, sus mejillas encendiéndose al encontrarse con la mirada penetrante de Yaten. La vulnerabilidad la invadió; estaba expuesta ante él, tanto física como emocionalmente.

—Se... señor... Yaten... ¿qué hace aquí? —preguntó, sintiéndose como un ciervo atrapado en las luces brillantes de un automóvil.

Yaten avanzó lentamente hacia ella, su presencia dominante llenando el espacio con una energía palpable.

—No puedo resistirme a la tentación. Eres tan hermosa... especialmente así, con el agua corriendo por tus apetitosos pechos —se acercó más—. Dime, ¿cómo te sientes cuando te miro? Te gusta provocarme, ¿no es así, conejo?

Usagi sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras él se acercaba. La tensión en el aire era palpable; cada palabra de Yaten era como una chispa que encendía aún más sus deseos reprimidos.

—Sabes, te veo así desnuda y me imagino lo que podríamos hacer juntos... En esta organización Yakuza, no hay lugar para las dudas ni para los arrepentimientos. ¿Te gustaría explorar ese lado oscuro conmigo? Te ves deliciosa.

Yaten se inclinó hacia ella, sus labios apenas a centímetros de los de Usagi. El mundo exterior desapareció; solo existían ellos dos en ese momento cargado de electricidad.

—Puedo hacerte sentir cosas que nunca has imaginado. Solo tienes que dejarte llevar por el deseo —susurró con voz seductora.

Usagi estaba atrapada entre el deseo ardiente por él y las reglas del mundo en el que vivían. Cada fibra de su ser le decía que debía resistirse, pero la atracción era abrumadora.

—Pero... esto es peligroso... Solo soy una simple mucama...

Con una sonrisa seductora:

—¿Y eso qué importa? El peligro es parte del juego. ¿No sientes cómo te llama? Deja que tus instintos te guíen. Después de todo, ¿quién puede resistirse a un poco de diversión?

Justo cuando Usagi estaba a punto de entregarse a sus deseos reprimidos, el teléfono sonó insistentemente. Con un gesto de frustración, Yaten decidió contestar con un tono bastante malhumorado.

—Te he dicho miles de veces que no llames tan temprano...

Desde el otro lado de la línea, Mina gritó:

—¿Qué estabas haciendo? ¡Hoy es tu día libre! No me vengas con excusas.

Yaten rodó los ojos mientras Usagi sentía cómo la atmósfera cargada comenzaba a disiparse como humo en el aire.

—Dime con quién me estabas engañando o te juro que iré y lo averiguaré yo misma...

Yaten soltó una risa burlona imaginando la cara de la neurótica Minako.

—Aunque te dijera quién es, sé que vendrás a averiguarlo tú misma. Pero recuerda: en este juego hay reglas... y yo siempre juego para ganar.

Tras colgar, Yaten miró a Usagi con deseo renovado.

—Lo siento... ahora es a ti a quien deseo —sus ojos brillaban con intensidad mientras se acercaba más a ella.

Usagi sabía que estaba al borde del abismo emocional; cada decisión podría cambiarlo todo. El peligro era inminente, pero también lo era el deseo ardiente que sentía por Yaten. En ese instante crucial entre lo prohibido y lo deseado, Usagi se dio cuenta de que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por una chispa de pasión.

La Tentación De Los Kou +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora