Absenta

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En la mesa cubierta de un mantel blanco ahuesado, flores de lavanda adornan los candelabros que sostienen las velas, secretamente, conjuradas

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En la mesa cubierta de un mantel blanco ahuesado, flores de lavanda adornan los candelabros que sostienen las velas, secretamente, conjuradas.

Manzanas ruedan con vida, guiadas por la magia creada por los menudos, hacia los comensales que, hechizados, muerden gustosos de ellas sintiendo el elixir caer por sus labios, dejando las secuelas de la absenta inyectada que hará de ellos un títere bajo las cuerdas de mi mano.

En tanto, el vino de uvas añejadas embriaga los ojos y la razón de los que se han negado a saborear la fruta de la pernicie. Y, cubierta de ilusión, la atropa belladona tras ellos expande por sobre los muros herrumbroso, baños de perfumes imperceptibles que aderezan lentamente sus pulmones.

Y ellos caen... Caen sobre el reino, obligados, a mis pies.

Las abejas, en el jardín, rodean las flores buscando el polen con el que, valiéndose de magia, crearán el néctar que endulzará aquellos corazones asustados que, apresurados, han decidido marcharse, dejando en el camino sentimientos cubiertos por el estiércol que expelen sus bocas.

Antiguos pergaminos están desplegados sobre la tarima junto al cuervo sin ojos, que grazna anticipando la noticia de que un alma, muy pronto, dejará el espacio tiempo. Ahí, la punta de la pluma del Fénix traza los sepultados versos de la lengua olvidada con la que los invocaré cuando mi voz los llame. Y doblegue su libertad sometiéndolos a mis encantos y así, entre ellos, te haga volver somnoliento, sobre los pasos del rastro que habías dejado intentando abandonar el castillo al que has sido invitado.

Como un bumerán aquí estás en mi cobijo. Con los ojos abiertos te preguntas cómo es que ha pasado ¿me he dormido? ¿me he embriagado? ¿estoy en el cielo? O en el...

Te silencias, simplemente lo haces, sintiendo y aceptando la derrota que ha llegado a ti sin aviso. Jugando, en tu trampa de amor te has perdido, cegado por tu ingratitud.

Abriste la puerta y las flores se han ido libres del recuerdo que las apresaba. Y aquí quedamos tú y yo, tú y él, recordándote que el dolor siempre vuelve a su fuente.

Y que la bruja, la reina, siempre he sido yo.

Las Flores de mi infierno - Escritos © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora