Campanada

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Me desperté en medio de la noche al sentir la presencia y la entrecortada respiración de la tímida criatura que estaba arrodillada a mi lado, contemplándome, tenue bajo el sutil resplandor de la luna

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Me desperté en medio de la noche al sentir la presencia y la entrecortada respiración de la tímida criatura que estaba arrodillada a mi lado, contemplándome, tenue bajo el sutil resplandor de la luna. Él ahogaba el fuerte sabor acerbo que oprimía su garganta.

Petrificada, quedé dimensionando la brutal situación en la que había puesto tu felicidad natural.
Traté de volver a conciliar el sueño, pero fallé. Intenté apagar mi mente, pero la culpa comenzó a corroer cada espacio de mis dudas y mi remordimiento que, sé bien, no debería estar aquí.

Sentí cada ahogo, cada intento de tragar saliva; y las lágrimas que, aunque no las veía, sé que estaban ahí, porque cada una me dolía quemándome la piel, aunque no me tocaran.

Pensé, quizás es un error, quizás deba replantearme la idea de este fatídico final. Pero en mi corazón, sentía la respuesta hacia las preguntas que se acumulaban una tras otra.

Cuán egoísta sería si ignorara el hecho de que mis pensamientos ya no te pertenecen como antes, que mis visiones ya no son venideras, al menos no para este modelo de querer.

Me callé, pues no sabía qué decir. Verte ahí me hizo recordarme a mí misma, cuando en algún momento estuve en tu lugar; y sentí coraje, sentí cómo una herida se creaba en mi alma de solo saber, en carne propia, lo que tú estabas padeciendo.

Jamás encontré las palabras perfectas para definir esta parte de la historia de mis cuentos, porque ya nada podría describir cómo es que en un segundo contemplas el mar y, en el otro, te ahogas en él.

Las Flores de mi infierno - Escritos © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora