En cada uno de mis pétalos dejaré las huellas de sus entonaciones, y el cómo, desde el estiércol, me volví una con la luna, el sol, las estrellas y la mar.
Inspirada en mis pesadillas que, a veces, toman vida. Y en los sueños que, desde la soledad...
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¿Ves esas letras en los muros?
Llevan el nombre del comienzo.
Tú, pequeño niño de cabello oscuro, llenaste mis páginas con las flores que había olvidado. Trajiste el soplo a mi vida para poder vivirla contigo a mi lado.
El rey que cabalgaba los motivos de mis sonrisas.
Trayendo las flores amarillas que aún conservo.
Tan frágil como yo, que aun no pudiendo soportar el peso de mis días, se me concedió lo que a esta le dio los primeros matices llenos de color.
Ningún color se compara al de tus ojos cuando en tu primer contacto con la tierra, miraste fijo y sereno.
Tan conectado a mí que tu risa se volvió mi aliento y el motivo del comienzo de mi vida.
