En cada uno de mis pétalos dejaré las huellas de sus entonaciones, y el cómo, desde el estiércol, me volví una con la luna, el sol, las estrellas y la mar.
Inspirada en mis pesadillas que, a veces, toman vida. Y en los sueños que, desde la soledad...
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El rocío cae gota a gota como mis lágrimas sobre la tierra. Durante el tiempo en que junto las hojas escritas con letras que sembraban tu falsa promesa y tus falsas palabras. Irrumpen agudos sollozos que me obligo a callar; y las quemo en la hoguera que un día en antiguas vidas, juro, recuerdo haberte encontrado.
La decepción acecha y reprime las emociones de alegría que alguna vez sentí al tenerte cerca mientras me observabas fumar los últimos cigarrillos que dejaba para nuestras horas.
Pero aún lo siento, muy a los lejos, en un instante creado por ti, tu nombre, tu recuerdo, tu aroma dejó magulladuras en la confianza que, ingenuamente, puse en tu persona; un ser sin códigos, un alma sucia y descabellada que se esconde entre la notoria máscara de falsa ejemplaridad que muy bien conocí.
Te entregué mi calma, mi bondad, incluso la maldad que de vez en cuando nacía de mi infierno interno, en donde presagiábamos futuros y develábamos franqueza. Fuimos uno contra el gentío que jamás, en nuestros tiempos, comprendió la unión que nos arrastraba, sin saberlo, a hallarnos perdidos entre los recuerdos que ahora forman parte de un paraíso desconocido.
Así, esto es así. No requiero de tu presencia. Sigue tu camino. Desconóceme. Jamás en la vida nos hemos visto; ni tú a mí en tu mundo ni yo en el mío.
He decidido que aquí estamos en mi reino; y en mi mundo solo reino yo. Aquí ya no existes. Te he desterrado y alguien más en la corte ocupa el lugar que en un momento resonó ecos provocados por el vacío de tu ausencia.
Pero le pido al universo y a las estrellas que te muestren y expandan tu mente y te hagan ver que somos tan infinitos que tu reino y el mío no pueden compararse. Y que allá donde tu cuerpo y culpas cargas, mis palabras no son escuchas ni las tuyas pueden cruzar mis horizontes, pues la distancia ha hecho un impecable trabajo alejándonos, deshaciendo lo que nunca fuimos... uno.
