Como todo ser indignado ante las costumbres sobre obedecer a los cambios de hora efectuados en un determinado lugar, me levante fatigado de la cama y procedí a soltar una bocanada de aire antes de pensar en el día que se me presentaría hoy.
Lo sé, parece que tengo más de 50 años hablando así, pero a mi gusta expresar las palabras a mi manera. Me gusta leer libros, poesía, etc, es algo que me viene de pequeño, y todo naturalmente se pega. No me preocupo necesariamente de lo que pueda decir la gente sobre como me expreso yo mismo y como debería expresarse un chaval de mi edad, que por cierto, tengo 21 años bueno, ahora 22 ya que hoy es mi cumpleaños. A bastante gente le parece divertido, a otra ridículo. Me trae sin cuidado la verdad.
Conseguí salir de mi habitación sin echar mucho de menos la sensación de dormir en mi cama. Nada más entrar a la cocina hallé una enorme tarta decorada con chocolate líquido y encima de éste pequeñas florecitas de color blanco y turquesa. Suspiré.
-¡Hola cariño! ¿Qué tal has dormido?- dijo mi madre apresurándose a acercarme una silla para que me sentara.
-Bastante bien, ¿por qué has hecho todo esto?- pregunté desganado.
-¡Pero cielooo!-
Mi madre me sonrió con estima, me revolvió un poco el pelo y tiró de mis orejas jocosa.
-¡¡Mama!!
-¿Por qué os haréis tan mayores los hijos sin que nosotros hayamos casi podido disfrutar de vuestra primera palabra mal pronunciada?- Miró hacia arriba intentando parecer melancólica, pero sus teatros improvisados hace años que no funcionaban ni para mi ni para mi hermano.
-Mama me tengo que ir ahora al trabajo- respondí casi riendo al ver su mueca desaprobadora.
-Esta bien, feliz cumpleaños hijo.- me dio un beso en la mejilla dejándome salir de la casa.
Salí de mi casa casi oponiéndome a los saludos cordiales de los vecinos. No me había dado cuenta y ya llegaba tarde a trabajar. Recorrí jadeante las estrechas calles que quedan desde mi casa hasta el metro de Londres para ir a comprar el dichoso ticket. Una vez que ya llegue a la cabina y lo compré, me quedé después sentado en un banco pausadamente mirando el recorrido del metro y a la gente de alrededor. Siempre me he preguntado que se siente conducir un metro, tiene que ser una sensación poderosa y totalitaria, saber que cientos de personas dependen de ti para dirigirse a su lugar de destino. A veces me imagino a mi mismo como un maquinista o motorman o como fuera aquella jerga, conduciendo siempre al lado equivocado del que esperan los pasajeros del transporte. Me reí al pensar en aquello.
El metro apareció de la nada, anunciando el destino al que quería llegar. Me levanté y me subí inmerso por la gente en el metro.

ESTÁS LEYENDO
Blue
Romance"Los ligeros y abundantes copos de nieve cubrían la iluminada ciudad algente, hermosa. Pero no tanto como la chica que la miraba con ojos conmovidos y alegres. Creí nunca haber visto a esa chica por la ciudad pero una sensación más bien íntima me de...