Seonghwa se escabullía rápidamente por los caminos, como si el don de ser discreto le hubiese sido inculcado aún antes de nacido.
Se movía a pasos agigantados, mas totalmente silenciosos, los cuales eran pasados por alto hasta por los más avispados.Entre giro y giro, el de ojos oscuros llega hasta una plaza pequeña, que casi parecía abandonada por el solitario aspecto que poseía.
Sin embargo, algo le daba mala espina a Ágnostos.
Esa plaza era el sitio más recomendado para dar pie a negocios ilegales, ya que nunca, y repito: nunca nadie pasaba por allí. Sin embargo, Seonghwa llevaba escuchando el mismo molesto ruidito desconocido desde que puso un pie en las baldosas.Se supone que no se debería escuchar nada.
Ahí es cuando Seonghwa empezó a sospechar y, por si las moscas decidió hacerse el tonto.
—Ágnostos, le estaba esperando— Dijo una muchacha que se encontraba apoyada en la pared más cercana. Si, esa era una antigua clienta de Seonghwa, una jovenzuela de cabello corto marrón oscuro, tez semi clara y ojos oscuros como la noche.
Sin embargo, Seonghwa no respondió ante ese nombre y la ignoró completamente, como si fueran extraños. Además, para darle realismo, puso cara de «no sé lo que está diciendo esta loca» fingiendo estar un poco asustado de la muchacha.
—¡Oye! ¿A dónde crees que vas?, ¡¿Me estás ignorando?!— Exclamó la muchacha mientras se acercaba a Seonghwa, furiosa por sus acciones.
—Disculpe, pero no la conozco de absolutamente nada, así que si me disculpa, debería continuar con mis quehaceres.— Dijo Seonghwa apartándose un poco más de ella y alejándose finalmente de la plaza.
Pero al salir, rápidamente encontró un escondite entre algunas cajas y esperó a que ella saliera en su busca.
–Bingo–pensó Seonghwa al ver a la joven con la mirada puesta en las calles y acompañada de dos hombres que parecían musculosos, de esos típicos vigilantes de pueblo que abusaban de su poder de autoridad.
Ella discutió un poco con los hombres y finalmente estos la inmovilizaron y se la llevaron consigo. Unos matones infames, desde luego; pues la chica no opuso en ningún momento resistencia y se limitó a agachar la mirada mientras –seguramente– pensaba en lo que a partir de ahora le despararia el futuro.
Una vez Seonghwa estuvo seguro de poder salir, abandonó su escondite y se dispuso a volver a su vivienda.
—Desde luego no puedes confiar en nadie.— Pensaba el de cabellos oscuros en su caminata hasta su hogar.—Pues menos mal que me dio mala espina, no quiero ni pensar que hubiera pasado si no hubiese estado atento...— Se decía a sí mismo el de tez clara. Seguramente las autoridades habían obligado a la señorita a decir sobre mi paradero o algo así, eso explicaría el porqué se la llevaron; ya que pensarían que acababan de caer en las mentiras de la joven.
Una vez en su casa, se cambió de ropa y escondió la mercancía en su discreta alforja. Y por "discreta" quiero decir que la susodicha poseía un doble fondo y, que por mucho que ahí llevaras, nadie se daría cuenta jamás por la forma de la misma.
Es uno de esos objetos de los cuales si alguien pregunta porqué están en tu posesión o donde lo compraste; no puedes responder algo bueno.
Cuando finalmente terminó de preparar todo, Seonghwa se escabulló por la parte trasera de la casa, escondiéndose tras las parras de uvas y otros árboles frutales de su gran huerto. Realmente, Seonghwa estaba bastante orgulloso de aquella parcela de tierra, que con sus propias manos, desarrolló un magnífico campo de cultivo que le alimentaba sin problema alguno. Lo único malo de esto, es que cuando llega el invierno a parte de que deja de ofrecer sus delicias, es que el de ojos oscuros siempre tenía que cuidar minuciosamente cada mísero centímentro de tierra para que, con el paso de los gélidos días, todo su esfuerzo no se fuera junto con las plantas muertas.
Seonghwa emprendió su camino hasta su próximo destino.
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No hay destino que valga || [Seongjoong]
RandomLa historia comienza con un joven, que, envuelto en su miseria, lleva su vida hacia la oscuridad. Sin embargo, la vida da muchas vueltas, después de todo... ¿Tienes curiosidad por saber qué pasará con su destino? Entonces súbete al barco, marinero.