10.- Infinito

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No puedes hablar de porciones cuando se trata de algo infinito, no hay centros, no hay espacios sin importancia, no hay vacíos, no hay superioridades, no existe el arriba o el abajo, no hay nada con que comparar la infinidad del universo porque él lo es todo, es la luz y la ausencia de la misma, es lo macro y lo micro, es el tiempo y espacio, es lo que mantiene mis pies sujetos a una superficie o flotando sobre ella, lo que se posa ante mí materializándose en diferente formas y colores, es como una deidad que, nada más porque quizás no le queda de otra, me permite sobrevivir en su corteza, soñar en el espacio regalado sobre mi cabeza, es algo que se y a la vez no, es lo que aterra en misma cantidad que asombra, es...

Aprender que no hay punto de comparación entre el infinito y tú, es uno de los procesos más difíciles de la vida, porque a pesar de saberlo al final no te quedara de otra más que levantarte de tu cama, desnudarte frete al espejo, observar lo que bien podría ser un universo más, comprimido en tu abdomen expandiéndose por todo tu cuerpo con libertar, solo para después levantar las manos en señal de rendición, voltear hacia arriba y decir "de acuerdo, está bien tu ganas, ahora debo ir a vivir con miedo por el resto de mi vida"

Después de ciento tiempo, si es que puedo llamarlo así ahora, logre que el mar se acostumbrara a mí, me costó extensas pláticas sobre lo que aun sabia de mí, contándole historias de mi niñez, puntos de vista sobre ciertos temas y algunos secretos íntimos, solo así fue que me permitió acercarme más a él, la autonomía del mar logro saber más de mí que cualquiera de mis más íntimos amigos, hasta el punto de compensarme dejándome nadar en él, tan profundo como quisiera, pero no tanto como para dejarme volver a casa.

La salinidad se pegaba en mi cuerpo como si tuviera esperanzas de introducirse en los poros de mi piel, la profundidad en la que me encontraba no era fría, era más bien tibia, era un espacio en el que me daba el lujo de no querer respirar, estando aquí podía sentirme cerca de mi hogar, casi me atrevería decir que en realidad yo ya estaba en mi hogar, asomándome por la ventana de la casa mientras dentro de esta se encontraba mi madre bailando prendada de mi padre, llorando silenciosamente.

Nade tan profundo como se me permitió hasta encontrarme con el tope de la profundidad permitida, yo sabía que este no era el fondo, la arena que se me pegaba en los dedos no era real, este era mi limite, hasta aquí se me había permitido llegar, esta era mi parte del fondo del océano.

Me acomode en la arena suave que reposa en este fondo sintético del mar, en pose de meditación, imperturbable y firme, como un monje que aún no ha sido convencido de cortarse el cabello, tengo los ojos cerrados pero eso no me impide detectar el movimiento en mi cercanía o de escuchar las burbujas subiendo sobre mi cabeza, las pequeñas y grandes criaturas nadan cerca de mí, lo que me atreví a definir como peces pequeños de colores vibrantes me tientan a mirarlos haciéndome cosquillas en la nariz, otros seres remueven la arena a mi alrededor dejándome atrapado en una "nube" de arena submarina que se me adhiere a la ropa, los que ahora nombre tiburones nadan formando un circulo a mi alrededor, siento la necesidad de moverse pero algo me lo impide, algo más grande, una criatura de dimensiones inmensas pasa sobre de mi asustando a todos mis acompañantes, aun así no me muevo, no abro los ojos, finjo que no existo, hago esto aun sabiendo que la criatura ni se interesara en mí, después de todo qué clase de ser con esas dimensiones se conformaría con algo tan pequeño e insignificante como yo, comparado con la inmensidad de este extraño océano yo no soy nada...

La criatura pasa de mí, justo como me lo esperaba, se aleja pero aún se puede sentir su presencia como si su paso alterara el agua, la temperatura, su consistencia, todo cambia, es más cálido e invasivo, me siento sofocado como si estuviera a punto de morir pero quizás...

- Eren... - una voz, la única voz que había aquí además de la mía y la del océano, esa voz me mantiene dentro la cordura que lucha por escabullírseme del interior – ¡¡EREN!!

Salí del mar y con pesadez camine hasta la extraña y fría sombra de una palmera para echarme bajo esta, los músculos de mi cuerpo ardían y se contraían cuando intentaba estirarme, no me asuste porque no valía la pena, incluso si mi piel comenzaba a caerse a pedazos capa por capa no haría ninguna diferencia.

- ¿Tienes hambre? – le dije a mi único acompañante apenas lo vi acercarse a mí.

- No – contesto viéndome desde arriba con su siempre melancólica mirada.

Tome tanto aire como pude y lo solté mientras me ponía de pie, quede parado frente a él, pero Levi seguía con la mirada puesta en el lugar donde antes había estado mi cuerpo tendido.

- ¿Qué quieres Levi? – pregunte con tranquilidad.

- Preguntas como si estuvieses dispuesto a aceptar todo lo que te pida – comento sin apartar la mirada del punto fijo.

- Bueno, pues así es, lo que me pidas lo haré con tal de no aburrirme, no hay mucha emoción por aquí.

Un silencio frio y poco usual se creó entre los dos, yo esperaba paciente a que el dijera algo, no tenía nada que perder y la paciencia había evolucionado en mi de una manera tan natural que más que paciencia podía pasara por desinterés.

- Desnúdate – dijo por fin levantando la mirada hacia la mía.

- ¿Desnudarme?

- Ahora cuestionas como si no fuese a hacerlo.

- Es porque no sé si quiero hacerlo – apreté los labios y sentí el calor en mi rostro, tan molesto.

- Hazlo – dijo más como una súplica que como una orden, sus ojos habían adoptado un brillo misterioso de repente, un brillo que bien podía ser un señuelo para caer en un tipo de trampa que me llevara a mi fin.

- Lo haré... 

StardustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora