4.- "Tio lejano"

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Días después mi padre leyó en voz alta un articulo en el periódico donde anunciaban el descubrimiento del cadáver de una joven de casi quince años, con características especificas, cabello negro, piel pálida y llevaba el uniforme del instituto donde yo estudiaba y en su identificación escolar lucia su identidad como "Mikasa Ackerman", no cabía duda, era ella, al parecer todo apuntaba a un suicidio cuyo método me hubiera causado gracia si no fuera por el hecho de que quizás yo había sido la ultima persona con la que ella había hablado.

Mikasa Ackerman era su nombre, se había quitado la vida en el bosque cercano al lago de la ciudad, ingirió una enorme cantidad de pequeñas piedrecitas hasta que su estomago se lleno de ellas y la asfixiaron al llenar su garganta, la habían encontrado un par de pescadores y al verla su sorpresa fue tanta que juraron no volver a acercarse a un lago en su vida.

De alguna manera podía imaginarla caminando a su casa después de haber hablado conmigo, seguramente caminaba y respiraba con ansiedad al saber que ahora su carta la tenia yo, ella sabia que yo no entendería esa carta y aun así me la había prestado, ella tenia miedo de que yo preguntara algo que ella no quería contestar, era un miedo terrible que le provocaba una sensación de vacío en el estomago, no se lo pensó mucho y se desvió del camino que debería llevarla a su casa, camino sin rumbo hecha un manojo de nervios hasta que se topo con el lago, se sentó cerca de el contemplando el agua verdosa que de vez en cuando daba señales de actividad por parte de los posibles peces que se removían cerca de la superficie; estoy seguro de que en ese momento mas que en ningún otro ella pensó en mi, me imagino justo como yo la estaba imaginando a ella, me imagino confundido y decepcionado y eso le provoco un vacío interno mas grande, ella quería llenar ese vacío como fuera pues eso era su prioridad en ese momento, tomo lo primero que se le ocurrió que casualmente fueron casi cuatro kilos de las miles de piedrecitas que existían en el bosque cerca del lago, ella las comió tomándose su tiempo, una por una las tomo entre sus dedos y las hizo rodar por la palma de su mano contemplándolas detenidamente, determinando si serian de su agrado o no, y si la piedrecilla cumplía con los requerimientos, se la metía a la boca y tragaba sin mas, presentía que ella murió satisfecha y tranquila.

- ¡Pobre! - se limito a decir mi madre mientras me servia el desayuno.

La verdad era que en ese momento en vez de sentirme impactado por la noticia, me sentí mas bien molesto, ella no tenia porque evadir algo tan importante de esa manera, ¿por que entonces que haría yo sin ella?, ¿quien me iba a decir donde estaba mi hermana?, no me pareció justo en lo absoluto, me daban ganas de ir y pararme frente a su tumba y preguntarle el ¿por que?, porque me había dejado una carta inentendible y después se había quitado la vida.

Ese día me salte las clases y trace mi camino mentalmente hasta el lago, llevaba la carta en mi bolsillo y una corta pala de jardín en la mochila, no me resulto muy difícil encontrar el lugar exacto en el que habían encontrado su cuerpo pues el área estaba rodeada de esa molesta cinta amarilla de restricción policial, la cual quite sin problemas.

Distinguí un rodete de tierra fina donde escaseaba la existencia de piedrecitas, figure que ese era el lugar de donde habían provenido las piedrecitas elegidas, las que cumplían con los requisitos, me arrodille frente a el y con la pala de jardín hice un pequeño agujero de aproximadamente 27 centímetros de diámetro lo suficientemente profundo para que si a la criatura durmiente dentro del sobre se le ocurriera salir de pronto, no tuviera opciones de escapatoria, me saque el sobre del bolsillo y solo por si acaso, como si tuviera la esperanza de algún cambio, la volví a leer, pero seguía diciéndome nada.

Metí el sobre en el agujero con resignación, me senté a un lado de este y así como ella había hecho me tome la molestia de seleccionar una a una las piedrecitas con las que sepultaría la carta, las tomaba entre mis dedos y las hacia rodar por la palma de mi mano contemplándolas detenidamente, determinando si eran aptas o no, y si la piedrecilla cumplía con los requerimientos, la metía al agujero sin mas, me tomo mas de tres horas llenar el agujero, pero al menos estaba tranquilo y seguro de que nadie me vería, el área estaba restringida y los pescadores habían jurado no volver la lago jamas.

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