✺Capítulo 11

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-Bien, segundo capítulo

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-Bien, segundo capítulo.

-Espera-Dijo Sirius y lo besó-. No podía resistirme más, ahora si, sigue.

Remus sonrió y continuó.

-Segundo capítulo, Consejo de una oruga. La Oruga y Alicia se miraron un rato en silencio. Por fin la Oruga se sacó el narguile de la boca y se dirigió a Alicia con voz lánguida y soñolienta.
—¿Quién eres tú? —preguntó.
No era un comienzo muy prometedor para una conversación y Alicia respondió con aire más bien tímido:
—Yo… no sé muy bien, señor, en este momento… al menos sé quién era cuando me levanté esta mañana, pero me parece que deben de haberme cambiado varias veces desde entonces.
—¿Qué quieres decir con eso? —siguió preguntando la Oruga con bastante severidad—.
¡Explícate!
—Me temo que no puedo explicarme, señor —dijo Alicia—, porque yo no soy yo misma, ¿entiende?
—No, no entiendo —dijo la Oruga.
—Mucho me temo que no puedo ser más clara —respondió Alicia con gran amabilidad— porque yo misma no entiendo nada, para empezar; y eso de pasar por tantos tamaños en un mismo día la confunde a una mucho.
—No es así —dijo la Oruga.
—Bueno, tal vez no le parezca por ahora —dijo Alicia—, pero cuando tenga que convertirse en crisálida (tarde o temprano le va a suceder, como usted sabrá) y después en mariposa tal vez se sienta un poquito raro, ¿no le parece?
—En absoluto —dijo la Oruga.
—Bueno, es posible que no seamos de la misma manera de pensar —dijo Alicia—; lo que yo sé es que a mí sí que me haría sentir rara.
—¡A ti! —dijo la Oruga con desprecio—. ¿Y quién eres tú?
Y así volvieron al comienzo de la conversación. Alicia estaba un poco irritada por las observaciones tan escuetas de la Oruga y se estiró para decir, con gran seriedad:
—Me parece que antes tendría que decirme quién es usted.
—¿Por qué? —preguntó la Oruga.
Otra pregunta sin respuesta, y como Alicia no podía encontrar ninguna buena razón y la Oruga parecía estar de muy mal humor, Alicia dio media vuelta y se alejó.
—¡Vuelve acá! —le gritó la Oruga—. ¡Tengo algo importante que decirte!
Esas palabras sonaban muy alentadoras, sin lugar a dudas. Alicia giró sobre sí misma y volvió.
—No pierdas los estribos —dijo la Oruga.
—¿Eso es todo? —preguntó Alicia tragándose la rabia lo mejor que pudo.
—No —dijo la Oruga.
Alicia pensó que no perdía nada con esperar, ya que no tenía ninguna otra cosa que hacer y, tal vez, a fin de cuentas, la Oruga acabase por contarle algo digno de oírse. En un primer momento, la Oruga siguió echando humo sin hablar pero por fin se descruzó de brazos, se sacó la boquilla de la boca y dijo:
—¿Conque piensas que estás cambiada, eh?
—Me temo que sí, señor —dijo Alicia—, y no puedo recordar cosas que antes recordaba… y no conservo ni diez minutos seguidos mi tamaño.
—¿Qué es lo que no recuerdas? —preguntó la Oruga.
—Bueno, traté de recitar ¡Cómo aumenta la abejita!, pero me salió todo distinto —respondió Alicia con voz muy triste.

The Shinning Moon [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora