Capítulo 4

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      "Esa sensación de volar y ser libre fue sólo un sueño, pues al despertar se esfumaron las alas que tanto anhelaba"

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"Esa sensación de volar y ser libre fue sólo un sueño, pues al despertar se esfumaron las alas que tanto anhelaba".

Harper pensaba que todo iba a estar bien, siempre y cuando aquel muchacho se marchara y no volviera nunca. La muchacha miraba el reloj colgado en la pared, pasaban los minutos y parecía que Miles no tenía intenciones de irse.

«¿Qué es lo que él quiere de mí?». Cada diez segundos esa pregunta invadía su mente, en un cuestionamiento complejo que la incitaba a morderse las uñas.

Sus manos sudaban, el corazón le latía deprisa, cuán rápidas eran sus palpitaciones como si acabara de correr durante horas. Cada vez era más tarde y Harper ya sabía que él no iba a ceder, así que se tragó su orgullo y empezó con la que sería una de las peores conversaciones de su vida:

—Bueno, ¿de qué quieres hablar?

—Primero abre la puerta. —decidió.

—¿Para qué? —se quejó la chica mediante un resoplido. Tenía miedo de dejarlo pasar, no sabía qué tipo de persona era él.

—No lo sé, quizás porque hoy no tengo ganas de hablar con una puerta, además de que esta ya demostró que no le caigo bien al darme un buen golpe en la cara.

Rió ante sus palabras, más que por compromiso que por otra cosa. Estaba más que nerviosa, debía salir de ahí lo antes posible.

Duró un largo tiempo sin decir nada pues, ¿qué podía decir? Miles era un desconocido para ella; no obstante, al chico eso no le importaba, o tal vez sí, pero sus sentimientos estaban ocultos en un lugar donde ni siquiera él los encontraría, así que siguió hablando por el bien de su misión:

—Bueno —aceptó—. La realidad es que quiero verte, no puedo conformarme con solo escuchar una melodiosa voz, necesito ver a la bella portadora.

«¿Acaso él siempre es tan cursi?» se cuestionó Harper, y no con una sonrisa enamorada, sino con una ceja enarcada y pensamientos que le hacían creer que ese chico era patético.

Seguramente tenía una lista con incontables nombres de jovencitas de Dove Hill, se recordó Harper a través de su mudez, una tras otra las iba seduciendo y al final tachaba sus nombres como si nunca hubiera pasado nada. No había duda de que debía ser una persona repugnante.

Una idea titiló en su cabeza, era inusual, poco común viniendo de ella.

Debía darle una lección a ese chico, debía enseñarle que las mujeres no eran sólo un juguete que podía reemplazar cada vez que se aburriera. Si él quería jugar, jugarían, solo que Harper tenía un as bajo la manga.

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora