Capítulo 21 (parte 2)

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(Parte dos)

A la mañana siguiente, tanto Harper como Miles se encontraban afuera de la apoteca. No estaban en la entrada principal, al contrario, estaban en la entrada hacia el sótano, donde únicamente podían pasar los furgones. Como era de esperarse el ingreso era custodiado por un policía, era alto y tenía una barba larga, su trabajo era no dejar que nadie entrara o saliera sin su consentimiento. Los muchachos debían encontrar la manera de acceder sin ser vistos.

Y justo en ese momento, Miles vio una camioneta bastante oportuna para sus circunstancias, estaba estacionada a tan sólo unos pasos de ellos.

—Sígueme. —le dijo a Harper, a la par que uno tras otro salían de su escondite detrás de los arbustos frondosos.

Caminaron unos cuantos metros por la calle hasta estar en frente del vehículo. Afortunadamente no había nadie dentro o cerca que pudiera cacharlos en el acto. En seguida Miles se montó en la parte trasera y ayudó a Harper para que hiciera lo mismo. Junto a ellos había un gran bulto cubierto por una manta. Si bien la muchacha no sabía por qué estaban irrumpiendo en un auto ajeno, sólo obedeció a su compañero con la ilusión de que así llegarían más pronto al piso catorce.

—¿Ahora qué? —cuestionó la joven pasados los segundos.

Miles levantó la manta y observó alrededor de ocho cajas de alambre que contenían exorbitantes cantidades de agujas. Supuso que eran las que se usaban para introducir el EMR. Luego, las acomodó de tal manera en que quedara un hueco en el centro de las cajas. Llegó hasta ahí al igual que Harper.

—Agáchate. —pidió Miles.

Ambos tomaron asiento entre los alambres y cubrieron todo (incluyéndolos) con la manta, cuyo largo era tan extenso que sobresalían las puntas del vehículo.

—¿Estás seguro de que la camioneta entrará al sótano?

—No, pero esperemos que así sea.

Harper estaba por regañar a Miles entre dientes cuando escuchó a alguien acercarse. Se quedó quieta y en silencio, escuchando cómo el sujeto tamborileaba los dedos sobre la superficie de la camioneta. De pronto, el sonido se detuvo y se intercambió por el de una puerta abriéndose, luego, la puerta se cerró y el siguiente ruido fue descrito por Harper como el de un motor. Acreditando la audición de la joven, el auto comenzó a moverse, al igual que los muchachos comenzaron a desequilibrarse allá atrás, debido a que ahí los movimientos se sentían más bruscos, más turbulentos. Si no fuera por que las agujas estaban fuera de su alcance, seguro ya se hubieran clavado unas cuantas alrededor del cuerpo.

El vehículo se detuvo en seco. Harper tuvo que sostenerse del brazo de Miles para no salir de su escondite de manera repentina. Mientras tanto, Miles levantó un poco la manta para poder ver más que las ráfagas de luz que se colaban por los hoyos de la tela. Inmediatamente una sonrisa victoriosa apareció en su rostro. Estaban dentro.

El muchacho observó al conductor que sin saberlo los había llevado hasta ahí. Era escuálido y llevaba una gorra que casi cubría por completo su melena castaña. El hombre caminó hasta una puerta, la empujó y empezó a hablar con un par de oficiales que estaban ahí. Si bien Miles no podía escuchar lo que decían, al verlos señalar la camioneta en la que estaban evidenció que debían salir lo más pronto posible antes de que alguien más cayera en cuenta de que las agujas no eran lo único que transportaban.

Por fortuna, la camioneta estaba estacionada en un ángulo en el que la parte de atrás era poco visible, así que no lo pensaron dos veces y saltaron del vehículo de la manera más silenciosa que pudieron. Caminaron entre la masa de carros, escabulléndose detrás de ellos si veían venir a alguien, aunque para su suerte el sótano estaba casi vacío.

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora