Capítulo 18

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"Traición

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"Traición. En pájaros, la traición era adueñarse de la comida de otro; en humanos, ser defraudado por alguien en quien confiabas. Fuera cual fuera tu especie, la traición podía costarte la vida".

Todos los muchachos se encontraban en la reunión de ancianos, había algunos bocadillos e incontables platicas acerca de la vejez. Todo iba de maravilla hasta que el grito trémulo de Michael sobresaltó a cada uno de los presentes:

—¡Hay una rata en la cocina!

Tan sonoro fue el grito que tuvo la capacidad de atravesar las paredes de la cocina hasta llegar a la sala amplia y rústica en la que las personas hablaban.

Michael abrió la puerta con cautela y empezó a caminar hacia Arizbeth, Miles y Harper de reversa. Llevaba una escoba para defenderse de la criatura y una expresión tétrica en su rostro tan pálido, era casi como el color de la leche.

—¡¿Qué hacemos?! —preguntó Michael a Arizbeth, haciendo que la atención de todos fuera hacia ellos.

—Necesitas calmarte.

Michael había dejado la puerta balanceándose de un lado a otro, por lo que el escurridizo ratón no perdió la oportunidad y se les unió en su aburrida reunión. Sus pisadas escuálidas y minúsculas eran audibles en toda la habitación, por lo que no les fue difícil encontrar su paradero. Ahí estaba él, era de un color marrón, del tamaño de un gato pequeño y tan peludo como un estropajo. Parecía que la bola de pelos se dirigía hacia Michael y, efectivamente, sus diminutos dientes afilados comenzaron a mordisquear la parte inferior de su pantalón.

Otro de los gritos despavoridos de Michael asfixió los oídos de cada uno de los huéspedes.

Inmediatamente, los ancianos comenzaron a exaltarse, movían sus extremidades como si de un bailable se tratara. Por más que los adolescentes intentaban tranquilizar a la masa de arrugas y cabellos grisáceos, era inútil, ya estaban pensando en la posibilidad de tener que atender múltiples infartos. En ese momento, Miles reflexionaba sobre sus precipitadas decisiones, pensando en que ni siquiera se molestó en preguntarle a la señora Hale si alguna de las personas mayores padecía alguna enfermedad que pudiera complicar su tarea.

—Está bien, necesitamos calmarnos. —repitió Arizbeth, entre todos los ruidos angustiados que en la habitación prevalecían.

Los jóvenes empezaron a actuar. Con mucho esfuerzo todos lograron sacar al roedor de la cabaña, claro que el esfuerzo de Michael se limitó a señalar en dónde estaba el animal, pues se negó rotundamente a bajar de la mesa en la que se tambaleaba estremecido. En cuanto el grupo volvió, avisaron a todos los presentes que ya no había peligro alguno, consiguiendo que las personas volvieran a descansar en esa tarde amena.

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora