Capítulo 2

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"De alguna manera éramos murciélagos; nosencontrábamos en nuestra propia oscuridad,esperando el momento indicado para revelarnos"

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"De alguna manera éramos murciélagos; nos
encontrábamos en nuestra propia oscuridad,
esperando el momento indicado para revelarnos".

Harper despertó de manera monótona.

Se sentía bien, ordinariamente bien. Para muchos ese día era especial, el día del cambio y muchas glorias más, en cambio para ella, sólo era otro de los muchos días del año. No le encontraba la magia o algo en particular que le hiciera pensar lo contrario.

La chica salió de la casa a eso de las doce para hacer lo que día a día le correspondía. La puntualidad no era una cualidad en Dove Hill, sino un deber, algo que en realidad no fluía con naturalidad en ella, por lo que cada minuto y fracción de segundo los calculaba con bastante exactitud para no cometer ningún error. No podía permitirse eso, al menos ya no.

Caminaba por las calles transitadas. Era difícil distinguir a las personas entre la multitud, todos vestían los mismos colores, además de que las casas también eran completamente iguales, llevando pintura beige y un pequeño jardín cicatero y descuidado, donde las malezas crecían por la falta de mantenimiento de sus dueños.

Su vida como ciudadanos era simple pero estricta, tenían que seguir las reglas para evitar conflictos, una de ellas era vestir blanco y negro, debido a que se mostraba como un símbolo de paz; aunque no solo eso, el gobierno había tornado sus mentes coloridas y extravagantes, en personas blanco y negro, personas sin sueños ni ambiciones, solo pacíficas y aburridas.

Harper se detuvo en medio de la acera para abrir su local, el cual llevaba pintura beige tanto en el exterior como en el interior. Era su prestigiosa pastelería. Al fondo estaba la puerta que conducía a la cocina y unas cuantas vitrinas que dejaban ver los exquisitos postres, asimismo, tenía mesas y bancos a sus alrededores.

Metió la llave en el cerrojo y la giró a la derecha, quitando el seguro. Sólo debía empujar un poco la puerta para entrar. ¿Por qué no lo hacía? Levantó la cabeza y vio su pastelería, su frasco de nuevas caras que contenían miles de historias, su lugar seguro, o eso era lo que creía; porque desde que descubrió las cámaras ocultas que la vigilaban en cada movimiento que ejecutaba, ya no sentía la misma intimidad ni la misma confianza para decir que ese local le pertenecía únicamente a ella. Su mano comenzó a temblar. ¿En serio era eso lo que quería? De alguna manera se sentía engañada y acorralada, sin un lugar lindo al que ir. Era como un secuestro, uno en el que ella misma compraba las cuerdas y el cloroformo con los que próximamente la atarían y drogarían.

Harper volvió a cerrar la pastelería. No podía hacerlo. Tenía que hacer cosas más importantes que regalar sonrisas.

Caminó con su mochila puesta en raudos pasos y no se detuvo hasta llegar al sitio en el que colgaba un llamativo letrero que decía: "FLORERÍA CHURCH". El ambiente deprimente era notorio, era como un fantasma que atravesaba paredes y acogía todo lo que estuviera a su alcance. Las luces estaban apagadas, el silencio era absoluto y por el interior de la puerta colgaba un cartel de cartón que confirmaba que la florería estaba cerrada.

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora