Capítulo 10

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"La confianza era como volar: llevaba muchos intentos elevarte pero en tan sólo uno podías desplomarte"

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"La confianza era como volar: llevaba muchos
intentos elevarte pero en tan sólo uno podías desplomarte".

Todos los presentes en la habitación esperaron a que Harper siguiera contando, mas no sucedió. Estaba sedada, inmóvil, tan quieta como un objeto inamovible que sólo estaba donde debía estar por órdenes de alguien más. La anestesia había funcionado de maravilla, lo cual hacía que Harper no pudiera tener ni la más remota pesadilla, sólo podía contemplar la oscuridad entre sus suspiros, en una ceguera soñolienta.

Miles la miraba fijamente, eso esperaba hacer durante horas, pero fue obligado a salir de la habitación.

—Debes irte, Miles. Comenzaremos a trabajar dentro de dos horas, cuando nos hayamos asegurado de que la anestesia ha surtido efecto. —Eso fue lo que dijo el doctor Harrison antes de cerrar la puerta en su cara.

Insensatamente, una sonrisa resplandeciente se posó en el rostro de Miles. Se sentía emocionado, tenía la sensación de que la adrenalina se movía por cada una de sus venas y, mientras más cerca estaba de su corazón, más satisfactoria era su estancia en la apoteca. Por fin era libre. Sin esposas ni órdenes directas del presidente. Era su momento para actuar. A Miles le urgía averiguar cosas que lo habían dejado intrigado, secretos esparcidos en todo el edificio que debía sacar a la luz, su primera parada sería su antiguo consultorio. Según el joven, su aventura saldría bien; las personas no le prestaban atención y conocía perfectamente cada metro cuadrado del lugar. Sólo había un problema: él.

Un oficial escuálido y de cabellera castaña estaba ahí, detrás de él. Sus ojos lo seguían con tal precisión que Miles podía sentirse incómodo aún estando a marcados metros de distancia.

El chico subió y bajó escaleras, caminó por todos los pasillos existentes e hizo todo lo que estuviera a su alcance, pero el oficial no dejaba de perseguirlo. Miles no quería hacerle nada malo, pero no le dejaba otra opción, así que puso su nuevo plan en marcha. Uno tras otro siguieron caminando por la apoteca hasta llegar a un pasadizo en específico. Era pequeño, oscuro, y más importante, se encontraba vacío. Era el sitio perfecto.

Todo sucedió vertiginosamente, Miles creía que si lo hacía rápido la culpa sería nula.

Dirigió la mirada hacia todos los ángulos posibles en busca de algún espectador, pero para su suerte no había nadie. Cuando ambos estaban en el mismo pasillo, Miles entró al cuarto que se encontraba detrás de él, cerrando la puerta sin provocar ruido. Era angosto, había anaqueles a sus alrededores y escobas reposando en las paredes, la fusión de tantos aromas de limpieza era sofocante, por lo que se propuso hacerlo de una vez por todas. En cuanto el rechinido de la puerta abriéndose lo alertó, Miles se lanzó contra ella, haciendo que su hombro impactará contra la madera y rebotara golpeando al oficial en su prominente frente.

El oficial retrocedió cubriendo la parte ensangrentada con sus manos. Miles se abalanzó sobre él hasta que éste terminara en el suelo del cuarto, casi inconsciente y débil para defenderse. En seguida el adolescente tomó las piernas del cuerpo y lo arrastró en busca de su antiguo consultorio.

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora