Capítulo 23 (parte 1)

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"La oscuridad nos brindaba otro mundo, uno más significativo donde los murciélagos volaban sin ser detenidos

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"La oscuridad nos brindaba otro mundo, uno más significativo donde los murciélagos volaban sin ser detenidos. Deseaba que siempre fuera de noche".

(Parte 1)

Uno tras otro los faroles de la calle eran encendidos, formando un pasadizo con vaga iluminación que era opacado por la lobreguez de la noche. Faltaban quince minutos para las diez y los residentes de Dove Hill ya se estaban preparando para recibir el toque de queda dentro de sus casas, todos excepto Harper, era la única afuera en esa calle, su caminata nocturna tenía como único testigo a la luna llena que la seguía a donde fuera. Sus ojos marrones se deleitaban con los hogares de doble piso que había a su alrededor, por las ventanas podía contemplar cómo las bombillas de cada habitación eran apagadas de forma melodiosa pero también silenciosa, la escasez de luz sumergía a sus huéspedes en una pacífica y sofocante oscuridad.

La muchacha caminó a través de jardines austeros, su calzado deportivo resonaba en la acera por más que se esmeraba en avanzar en puntillas, y se escabullía detrás de las paredes blancas, procurando que ni su sombra escurridiza fuera vista. Si bien aún no era obligatorio estar dentro de casa, Harper sabía que si era vista se metería en bastantes problemas, por lo que debía ser más astuta. Y en efecto, así fue, fue tan inteligente al grado que nadie la vio hasta que se anunció con un golpeteo de nudillos en una de las puertas.

Mientras esperaba que alguien hiciera caso a sus golpes casi incesantes, miró el jardín que rodeaba la casa: sus tonalidades eran de un verde oscuro que estaba por marchitarse, tanto los arbustos como el césped se veían abominables debido al poco cuidado que les habían dado; también había unas cuerdas colgadas en el manzano junto a la casa, que se balanceaban de un lado a otro, con un pedazo de madera amarrado entre ellas. Harper observaba con añoranza la escena, recordaba haber alzado ambos brazos y soltar carcajadas mientras se columpiaba en la madera añeja. Ese columpio había sido usado por ella durante toda su infancia, y en ese momento había perdido el encanto: ya no había muñecas centelleantes amontonadas en el tronco del árbol ni dos niñas corriendo alrededor del jardín.

Lo que en su momento fue un festín de colores, un sueño de niñas ingenuas, se convirtió en una pesadilla a blanco y negro, en un golpe seco que te devolvía a la realidad indeseable.

La puerta se abrió dejando ver una parte del rostro de una chica. Su cabellera de carbón abrazaba sus hombros y sus ojos celestes miraban a Harper sin expresión alguna. Sin salir de la casa miró hacia ambos lados de la calle. No había nadie, pero aún así le preguntó a Harper si alguien la había visto, ella respondió que no y sin más entraron a la casa.

Caminaron por el pasillo, cuyo camino era estrecho debido a las escaleras que se encontraban a la izquierda. Se detuvieron al llegar a unos sofás, a su alrededor habían libreros y algunos jarrones que parecían costosos, cada parte de la arquitectura era color blanco pero también contenían tonalidades doradas que le daban un toque sofisticado a la habitación. Ambas muchachas tomaron asiento, guardaron silencio por un momento, hasta que una de ellas habló:

La ciudad del olvido  [Ciudades #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora