¿Celoso de qué?

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Lizzie

Después del penoso incidente que mi mejor amigo me hizo pasar en la escuela le quedaron ganas de hacer algo más, pues al llegar a casa parecía que nos hubiéramos confesado amor y no solo con eso, les contó lo que ocurrió en el colegio mientras mi mamá curaba mis rodillas.

—¿De verdad salió volando a la portería? —preguntó mi abuela entre risas cuando Tyler terminó de contar lo que pasó.

—Así es. Mi puntería falló y terminó en el poste —aseguró él con nerviosismo rascando su nuca mientras mi padre e Ian reían a carcajada limpia desde mis pufs.

—Yo... me preguntó... porque corriste... al... campo de fútbol —comentó Ian de manera entrecortada debido a la risa.

Tyler enrojeció y comenzó a reír levemente por los nervios.

—Solo, se me olvido —simplifico sonriendo de manera inocente y le arrojé lo primero que tuve cerca.

—Elisabeth, no seas grosera —regaño mi madre presionando el algodón con agua oxigenada en mi herida haciéndome enojar más con Tyler.

—Claro, Tyler me avienta como saco de papas y yo no puedo arrojarle una almohada. —me quejé dejando de mirarlo para encontrarme con Ian y mi padre aun riendo como si no hubiera un mañana por lo cual repetí la acción y les aventé dos almohadas con enojo.

Odiaba que se rieran de mí.

—Cierto, Tyler no queda exento. ¿Por qué lo hiciste? — mi madre finalizó de curarme la rodilla y miro seriamente a Tyler.

El silencio reinó en la habitación y escuche claramente a Tyler tragar saliva.

—Si no es molestia quisiera solo hablarlo con ella señora Milles —dijo de manera respetuosa.

Hace años no le decía así a mi mamá, por lo cual lo miró sorprendida. Sabía que era serio por lo cual asintió.

—si pedirás su mano procura que sea en unos años, ¿de acuerdo? —guiñó un ojo divertida hacia nosotros y Tyler sonrió entendiendo la broma.

—Pero claro que no señora. En unos meses me tendrá aquí con un anillo. — siguió el juego y mi madre rio al momento en que los dos hombres se levantaban enfadados, dispuestos a responder a mi mejor amigo, pero mi madre los tomó de una oreja a cada uno cuando se acercaron y salió con ellos, al final lo hizo mi abuela con una mirada divertida y cerró la puerta.

— ¿entonces Tyler? ¿Qué mosco te picó? —pregunté cruzándome de brazos.

Se puso serio de nuevo.

—la pregunta que te hice en el entrenamiento no era broma. ¿Recuerdas cuando dijiste que nunca te casarías y que jamás un chico te alejaría de mí? —apreté los labios. ¿Qué si me acordaba? ¡Claro que lo hacía!

Ese día mamá terminó su compromiso con Ignacio y él se fue de la casa dejando una herida causada por palabras.

—lo recuerdo, pero ¿a qué viene eso?

—A que no estoy listo para que rompas esa promesa. —hizo un puchero y se sentó en la esquina de la cama.

—sigo sin entenderte. —aseguré después de analizar lo que dijo.

No lo iba a dejar así nada más, como seguro pensaba.

—porque estás en negación aún, eso me alegra, pero pronto te darás cuenta y no estoy listo para eso — se acercó, me dio una sonrisa triste y luego un beso en la frente — ¿quieres que ponga una película en tu computadora para que la veamos?

El escritor secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora