Capítulo 11 - El ardor del sol

20 1 0
                                    

John arrastraba el cuerpo de Luke, aun inconsciente y con tanta luz que quemaban sus sombras no se iba a recuperar pronto. Planeaba dejarlo encerrado en El Borde donde aun habían lovcis utilizándolo como base secreta. Era demasiado viejo físicamente, así que duraba bastante para llevarlo, estaba tan concentrado que no  se dio cuenta que una diminuta roca poseía algo necesario, una sombra. Esta se fue expandiendo lentamente, pero lo suficiente como para que alguien pasara, Bel y como Larry había predicho la sombra quedo destruida al instante de ver el sol.

-    De verdad que eres una rata escurridiza.

John se sobresalta, no la esperaba, él era el único que sabia las coordenadas especificas de ese lugar , por lo tanto, el único que podía hacer un portal para allá.

-    Eres un ser muy molesto  - trató de ocultar su miedo pero le era imposible, sus manos comenzaron a temblar.

-    No eres el primero en decírmelo – Bellabel comenzó a caminar a él hasta que amenazó  con lanzar a Luke al vacío.

-    Sabes algo, se una cosita de ti – dijo ya enojada sacando sus alas pero manteniéndolas ocultas – no tienes poder para pelear, LOS INÚTILES CAZADORES ESOS TE LO QUITARON TODO, TE DRENARON.

-    Eso no importa ahora, es muy tarde para él.

-    Debiste fijarte en Mí sombra – dijo mostrando que tanto pudo alargarla y  levantando sus alas – yo lo podre salvar, pero a ti nadie te salvará de TANIWHA (Maorí para Monstruo)

Se levantó una bestia enorme del portal que ella había creado asustándolo tanto que dejó caer a Luke sin querer, ella fue corriendo y saltó a atraparlo dejando a John a que se enfrentara con el destino que se había ganado; era imposible que sobreviviera y los lovcis  no se iban a arriesgar por alguien que ya nos les servía.

Caía muy rápido.

Cuando finalmente lo pudo alcanzar, lo agarró con fuerza aunque seguían cayendo, debía asegurarse que lo sostenía  bien o podía resbalársele de las manos. A 20 metros del suelo comenzó aletear con empeño, el esfuerzo que tuvo que hacer para detenerse a esas velocidades le provocó un terrible dolor, sabía que tenía  algunas fracturas por el impacto contra el viento mismo, se mantuvo unos segundos en ese lugar para poder calmar su respiración y salió disparada, no solo estaba lastimada, sus alas se estaban quemando, eran para viajes nocturnos no estaban hechas para recibir tanto sol y si no encontraba alguna sombra por la cual viajar mas rápido iban a morir, detenerse era algo impensable, esos lovcis sabían que habían estado ahí, de seguro que los buscaban, por esto el parar, se había convertido en sinónimo de morir.

 Su respiración se había vuelto pesada, comenzaban a perder altitud, pero iban a llegar, definitivamente lo iban a lograr, y por fin lo encontraron, la sombra de un alto cactus, unos segundos más y llegaban.

Luke salió disparado por la puerta del frente, todos llegaron corriendo y vieron a Bel, humeante, solo dijo “llegamos” antes de colapsar, los llevaron a la enfermería y llamaron a la mejor doctora. Ningún Obscuro se había enfrentado a este tipo de situación tan extrema así que ninguno sabia como iban a reaccionar sus cuerpos. Finalmente  llegó, una vampira, si ella no podía ayudar, nadie podría.

-    ¿Cómo están?– preguntó Analin muy nerviosa.

-    Honestamente nunca había visto algo así - respondió la doctora mostrando sus colmillos en una sonrisa triste.

-    ¿El qué? – preguntó Michael.

-    Sus cuerpos están curando a la velocidad del de un humano.

-    Eso no es bueno, ¿o sí? - Analin estaba a punto de llorar al ver a sus amigos vendados.

-    No, un humano no sobreviviría a algo. . . así, lo único que puedo recomendar es oscuridad total y esperar a lo mejor, pero temo que la joven podría no despertar.

-    ¿Bellabel? pero ¿Por qué?

-    Las hadas nocturnares nacen en la oscuridad, no ven el sol hasta cierta edad, no sé qué tan fuerte sea ella así que no sabría decirles su condición.  

Ayudo a cerrar las ventanas antes de irse; no dejaron entrar a nadie que no fuera las enfermeras que cambiaban los vendajes; pasó una semana y aun no despertaban.

 James se quedaba afuera, sentado junto a la puerta con Lilly a su lado y su extraño pero apetitoso kit de emergencias lleno de azúcar suficiente como para convertir a cualquier humano en diabético.

El trataba de  recordar su infancia, tenia pequeños fragmentos de Bel, le había ayudado en todo, haciendo amigos, a ocultar a quien amaba pero él iba a tener que decir la verdad de sus sentimientos a su familia mas los problemas se presentaron.

Lilly iba todos los días y lo acompañaba, Bellabel era su heroína, llegó un momento en el que James no soportó más y le preguntó  ella decidió  contarle su historia, pero no cualquiera, la de su llegada. La llegada de los chicos que iban solos siempre era algo interesante.

Un reino oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora