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Una nube de vapor se eleva desde la boca de la tetera verde de teflón. Cece pone dos tazas sobre la mesa y me animo a comer una galleta.  

—Lamento haber llegado de la nada — digo. 

Un "mmmh..." hace temblar su pecho y una sonrisa se dibuja en su rostro. 

—Te dije que volvieras cuando quisieras. 

—Le traje muffins — recuerdo y me dirijo hacia mi mochila, que se quedó en la entrada —. Los venden en la cafetería del campus. 

—Tráelos para acá. Ahorita verás qué bien estarán con el té — se dirige a pasos cortos pero rápidos de vuelta a la cocina y baja dos platos pequeños de la alacena; saca un cuchillo para pan y regresa saboreándose los muffins. Si hubiera conocido a cualquiera de mis dos abuelas, me habría gustado que fueran como ella. Cuando se sienta, extiende las manos con las palmas hacia arriba y cierra los ojos —. Gracias, Dios... — comienza, tomándome desprevenido. Al instante busco ponerme en la misma posición que ella y entrecierro los ojos — por la visita de Sohan. Bendice estos alimentos. Amén. 

—Amén —secundo — ¿Es cristiana? — pregunto más a modo de afirmación. 

—Sí — sonríe, rebanando el primer muffin. 

—Mi hermana se hizo cristiana hace poco — echo dos cucharadas en mi té y me muerdo la lengua al instante, pues estos temas pueden ser delicados y yo no tengo tacto —. Lee la Biblia y le reza a Jesús. 

—¿Y el resto de tu familia tiene alguna religión? 

—Hindú. 

—¿A tus padres no les importa que tu hermana cambiara de religión? 

—No. Les importa más que  seamos felices y estemos bien con lo que consideremos divino.

—¿Y tú en qué crees? 

—No lo sé. La verdad, casi no toco este tema, sólo me llamó la atención su... rezo — hago una pausa —. Últimamente me junto con una amiga que siempre habla de cosas muy existencialistas y panteístas  y he pensado bastante en eso de la espiritualidad y religiones, pero aún no llego a ninguna conclusión. Todo está bien. 

Cece nota mi repentina incomodidad y alza una ceja cómplice antes de cambiar de tema. 

—¿Cómo te va en la escuela? ¿Has progresado en tu proyecto de reciclaje? 

—¡Oh, sí! —salto con un nuevo entusiasmo— Casi echo a perder la licuadora en mi casa, pero todo va bastante bien. A mi tutor le gustó el proyecto y empiezo a pensar en cómo volverlo algo más grande. Quizá incluso patentarlo. Forjaré mi imperio a base de la basura de otros, para re venderla en forma de algo perfecto. Haré todo tipo de cuadernos y... — una idea brillante revolotea en mi cabeza y sin notarlo, mis manos cobran vida para escribir notas en mi bitácora. Tendré que hablar con Charlotte más tarde. Estoy seguro de que ella puede ayudarme. 

Cuando me doy cuenta, Cece se está asomando desde la esquina de la mesa para leer mis apuntes. Bien podría hacer aportes, brindar ideas o hablar de materiales antiguos que me sirvan ahora, pero a sus ojos brilla una sola nota:

—¿Boda domingo a las cinco? Me encantan las bodas. ¿Se casa algún amigo tuyo? 

—Ojalá — apunto un par de cosas más y cierro el cuaderno —. El novio soy yo. 

Una norme interrogante se graba en sus cejas y me apresuro a explicarle todo con lujo de detalles. Últimamente se me hace más fácil decirlo, e incluso me encuentro un tanto curioso por lo que pueda pasar el gran día, aunque no tardo en recordarme que hacemos esto porque un hombre morirá pronto. La fiesta no tendrá nada de divertido. 

—Así que le ayudaré a cumplir el último deseo de su padre.
—Ella debe significar mucho para ti.
—Pues sí, diría que sí.
—Y tú también debes gustarle.
Pfff... ¿Por qué lo dice? ¿En serio lo piensa?
—Sohan, cuando una mujer te busca constantemente y crea excusas para estar contigo, te lleva a su casa y te involucra en las cosas que le importan, significa que está loca por ti.
—Nah... Debe ser que me ve como su apoyo en estos tiempos tan difíciles.
—Si sólo necesitara apoyo, llamaría a una amiga.
—¿Y si sólo está confundida por el hecho de que nos vamos a casar y sus padres me adoran?
—Los tiempos cambian, pero los hombres siguen siendo igual de idiotas — frunce el seño y me señala —. Por mucho que diga que te odie, si en realidad no quisiera nada de esto, te habría dado la fecha y el lugar de la boda y no volvería a verte hasta entonces. Si en cambio te busca para hacer cosas nada relacionadas con eso...
—¿Quiere estar conmigo? —inclina la cabeza hacia adelante y cubro mi boca con las manos —¿De verdad?¿Conmigo?
—¿Es tan difícil de creer?
—¡Sí! Ella es tan hermosa y puede hacer tantas cosas. Tiene cientos de pretendientes, pero no le importa en absoluto porque tiene cosas mucho mejores que hacer, y yo... Yo hago pan francés cuando tengo la mañana libre, recojo basura y entrego mis tareas a tiempo.
—Alguna gracia has de tener —hace una mueca como dándome la razón y estiro la boca hacia abajo —. No puedes ser tan aburrido.

Ay. Y me lo dice una viejita.

—¿Qué debería hacer? —pregunto.
—Hazte un tatuaje.
—Para tener algo con Charlotte.
—Ah. Antes que nada, tienes que preguntarte por qué te interesa. Si es sólo por su belleza, olvídala; hay chicas más bonitas que ella y no tardarás en descubrirlo. Si es porque te eleva el ego que, habiendo tantos, se fije en ti, olvídala, porque del orgullo sólo nace vanidad, y eso es nocivo para el corazón. Pero si sabes que con ella puedes ser libre de elegirla, de quererla, de hacerla feliz y ser mejor persona, y eliges hacerlo, entonces ve en este mismo instante a decirle tus sentimientos. El amor se trata de entrega y lealtad, sin importar el modo o el tiempo. Si entiendes esto, lo has entendido todo.
—Pero... No creo que necesite eso ahora. Lo que importa es su padre.
—El amor no sólo es romántico, puedes demostrárselo de muchas otras maneras. Lo que necesita es que la acompañes en este momento, el resto será después.

Estiro los brazos sobre la mesa y me dejo caer en el respaldo de la silla.

—Me ha maldecido de por vida, Cece. Ahora no sé si pueda encontrar o dar eso alguna vez.

Ella sonríe y revuelve el té asentado en su taza.

—Eres muy joven aún, no tienes que pensar en esas cosas todavía. Pero sí preocúpate por salir más, hijo. No tienes una vida fuera de tu casa.

—Sí, ya sé.

Después del té y las galletas, le ayudo con algunos quehaceres que ella ya no puede hacer: limpio la pared pegada a la estufa para que ya no tenga salpicaduras de grasa; cambio el foco del baño de su cuarto, que lleva dos semanas sin prender, y me comprometo a ayudarle un día de estos a limpiar la bodega del patio. Está casi segura de que hay un animal muerto ahí.

Pero, al volver a mi casa, la sensación de seguridad y buena voluntad, desaparece. Trato de esconder este sentimiento de mí mismo, pero no puedo evitar negar que eso fue lo que pasó esta mañana con Sophie, cuando la ví y sentí que una parte de mí le pertenecía irremediablemente a ella.

Soy cauteloso con mis pensamientos, como si alguien más pudiera saber lo que ocurre en mi cabeza, y es que tal vez nunca admita en voz alta que, para que algo deje de importar, debió importar una vez. Y si importó, ¿cómo lo declaro inválido tan fácilmente? ¿Cuándo sabes que los asuntos del corazón pierden oficialmente su relevancia?

Creo que ahí está el secreto de lo que dijo Cece. Si no fuera un cobarde mentiroso, admitiría que quise a Sophie con toda mi lealtad. Pero porque soy un sinvergüenza hablador, puedo presumir de que quiero a Charlotte con toda mi entrega, y estoy dispuesto a probarlo  el domingo por la mañana, cuando, hallándome ataviado con un elegante traje azul marino, me dispongo a caminar hacia el altar por ella.

Un día en VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora