31 - Un tiempo.

518 58 30
                                    

Al día siguiente efectivamente Azazel y yo fuimos al médico, no vio nada raro pero me dijo lo que Azazel ya me había dicho antes, que me relaje y que Shansiel después de todo estaba en perfectas condiciones.

Al llegar a Deeplake de nuevo, Azazel me quitó el dolor —al cual Shansiel se encargaba de hacerme doler todo el tiempo—, lo cual me relajó.

Cuando llegué vi que Becker había ayudado a mi madre para llevar todas mis pertenecías a la casa de ella, y así, poder relajarme en la casa donde crecí.

—¿Cómo te ha ido cariño? —Pregunta mi madre tras ver nuestra llegada.

—Bien, mamá. —Dejé el bolso aún lado. —Solo debo relajarme.

—Becker ha traído todas tus cosas, recién se ha ido, que lastima que no te despediste. Hola Azazel, cariño.

—Buenas tardes señora Brown. —Saluda éste.

—Arzaylea... Tenemos que hablar.

Miré a Azazel y luego a ella.

—Hablen. Prepararé café. — Él se gira yendo a la cocina y yo me acerco a ella.

—¿Qué pasa mamá?

—¿Recuerdas que hoy es el cumpleaños de Sam?

—Oh, mierda. ¿En serio?

—Sí, pero tranquila, le he dicho que le enviabas saludos. Iré a su cuidad, pasaré tiempo con ella dado que se ha separado de Esteban.

—¿La chica obsesionada con una familia perfecta se ha separado de su esposo? —Alcé ambas cejas.

—Ella quiso venir a Deeplake pero le dije que era mejor que yo vaya. No quiero que... Bueno, alguien se sume a la lista de personas al cual debes cuidar.

—Mamá, no te estas yendo para evitar preocuparme por ti ¿No?

—Solo digo que mi uber vendrá en unas horas. Cuídate, mi pequeña. Sé que podrás con todo esto.

—Cuidate tú, y cuida a Sam.

—Por supuesto, hija. —Suspiró profundamente, levantando ambas manos para frotar mis brazos, en una forma de consuelo. —Estoy tan asustada por ti.

—Estaré bien, mamá.

—Me siento tan mal por dejarte pero si Sam viene...

—Mamá. —La interrumpí. —Está bien. Sé que no soy tu única hija, además Sam te necesita más que yo.

—¿Estas segura?

—Solo quiero que estés tranquila. Sabre cuidarme.

Ella me abraza fuertemente y yo la envuelvo con mis brazos, escondiendo mi rostro en su cabello. Ella trazó mimos en mi espalda mientras tanto y eso me relajó más que a nada.

—Deberías hacer las maletas. —Susurré tras separarme.

—Sí, eso haré.

Ella me abrazó por unos segundos hasta que finalmente se desliza yéndose a pero lugar. Suspiré profundamente cuando su figura desapareció de mi eje y arrastré mis pies hacia la cocina.

Azazel bebía de un café tranquilamente mientras miraba algo por su teléfono, al sentir mi llegada dejó el teléfono sobre la mesa para levantar la cabeza y mirarme curioso.

—No finjas que no has escuchado nada. —Masculle rencorosa.

Él puso los ojos en blanco.

—¿Qué harás ahora que estás sola?

Maldad Alemana [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora