Villa Sena

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— ¿Quiénes son ustedes? — los seis chicos miraron a las hadas que recién habían despertado.

— ¿Princesa?— habló la chica albina— Kota, es la princesa! — la albina corrió hacia Izuku para abrazarla, Izuku correspondió al abrazo.

— ¿Cómo me conocen? — preguntó la ahora pecosa.

— En todo el continente de Amaira conocemos a la princesa de la Luna— habló Kota. — Estás demasiado herida. Eri, no debes de forzarla.

— Tuvimos una pelea... debemos buscar un refugio. — dijo Izuku— ¿Conocen algún lugar en el que podamos escondernos? También debemos ayudarlos a regresar.

— ¿En dónde nos encontramos exactamente? — preguntó Momo.

— Estamos cerca de Livade Nocu, si queremos llevarlos a Amaira debemos de irnos hacia la costa— explicó Eijirou— pero ahora que Shigaraki sabe que Izuku esta aquí, volar hasta allá no es opción.

— Conozco un lugar — todos miraron a Katsuki— Villa Sena esta cerca de la costa, si caminamos tardaríamos cerca de dos días, pero si conseguimos caballos en un día llegamos.

— Mina y yo iremos por los caballos— dijo Eijirou— Izuku debes de descansar, la pelea con Tomura te dejó mal. — la pecosa no protestó mucho.

Momo y Shouto fueron a conseguir comida, mientras Izuku estaba recostada en el suelo usando de cama varias hojas y la capa de Katsuki, ambas hadas se encontraban a cada lado de la princesa.

— ¿Cómo estás, Deku? — preguntó el Nefilim, acariciando el dorso de su mano.

— Estoy bien, me duele el cuerpo solamente.

— Yo puedo curarte— dijo Eri— ¿puedo intentarlo?— la princesa aceptó.

— Solo ten cuidado Eri — habló Kota, la albina asintió, tomó la mano de Izuku, una especie de luz amarilla, sus heridas comenzaron a cerrarse rápidamente, no tardó más de un minuto y la chica soltó la mano de Izuku.

— Gracias Eri — Izuku alzó su mano acariciando el cabello de la niña.— ¿cómo llegaron a Asteria?

— Nosotros vivimos en las islas aledañas a Amaira, pero las sombras llegaron hace un mes a saquear nuestra isla, a los niños y mujeres nos trajeron a Asteria. — comenzó a narrar Kota, Eri estaba temblando— nuestros padres fueron asesinados y nos vendieron a ese humano del que nos salvaron.

— Esas escorias... — gruñó Katsuki.

— Así que le estamos agradecidos princesa— habló Eri.

— No hay nada que agradecer, ese es mi trabajo. — sonrió dulcemente.

Izuku acariciaba los cabellos de ambos niños, que habían terminado acurrucándose contra la pecosa. Izuku los miraba de una forma dulce, Katsuki decidió pegarse a ellos dejando que el peliverde recargara su cabeza en su hombro.

Príncipe de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora