Capítulo 10.- Los prejuicios aparecen

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En cuanto llegue a Venezuela, conocí a mi primo José, un chico muy apuesto y encantador, y el flechazo fue instantáneo. Sentí que el también estaba interesado en mi. Mis tíos se deshacían en invitaciones a su casa, cenas, meriendas, cualquier excusa era buena y por supuesto yo no ponía ninguna objeción. Hablábamos mucho, nos sentíamos bien mutuamente y poco a poco empezó a surgir algo muy parecido a la ilusión, la cual se truncó gracias a los prejuicios de mis padres, los cuales
no estaban de acuerdo para nada, como iba a tener algo con un primo, que escándalo, de hecho se centraron en presentarme a cuanto muchacho casadero aparecía, no importaba si me llevaba quince o veinte años, lo importante es que tenía una buena situación económica y lo que yo sienta pues poco importa. Me metieron a varios por los ojos, uno más aburrido que el otro, el hijo de tal amigo o el sobrino del dueño de tal empresa. Realmente quería salir corriendo, cómo puede ser que en estos tiempos todavía tus padres decidan tu futuro; ¿Acaso son ellos los que tienen que convivir con el que ellos te escojan? Pues no, se vuelve a repetir el patrón de que te cases con quién ellos estén de acuerdo, y tus sentimientos no tienen nada que hacer aquí, sobran. El primo se cansó de esperar y yo me cansé de luchar contra mi destino. Por eso empecé a tomar decisiones equivocadas que pronto repercutirían en mi futuro y en mi salud mental.

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