epílogo 2/2

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DOS MESES DESPUÉS

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DOS MESES DESPUÉS.

Mamá estaba en el salón de mi apartamento, podía ver su desordenada melena, era igual que la mía, con rizos castaños deslizándose por sus hombros y enmarcándole el rostro.

Ella nunca había sido mala conmigo, digo, hasta me ayudó a arrendar ese piso. Casi no la veía y llegaban momentos en que la asociaba con mi progenitor, creía que si la decepcionaba o hacía mal las cosas iba a sufrir las consecuencias. Hasta ese día lo seguía creyendo, pero mamá no era capaz de hacer eso. Era una mujer dulce y siempre me preguntaba por qué había tenido que pasar por esa experiencia.

Afortunadamente, ya no estaba con mi padre. Ella se había quedado con la custodia de mis hermanas y estaba arrendando una pequeña casa cerca de Manhattan, todo parecía más normal y hablando de mis hermanas...

Ellas parecían más felices, la última vez que las había visto, eran más pequeñas. Hacía poco había sido su séptimo cumpleaños.

LiahyAva eran gemelas, sin embargo, tenían sus diferencias. Liah tenía los ojos verdes de papá —un tono más oscuro que los míos— y Ava tenía el exuberante cabello de mamá. Tenían el mismo rostro, claro, pero eso hacía que parecieran indudablemente diferentes.

Como lo que estaban haciendo en ese momento: Ava dibujando en un cuaderno, y Liah jugando con unos muñecos cerca de la ventana. Viendo el panorama que se formaba en mi salón, me pregunté cómo me las había arreglado sin siquiera dignarme a visitarlas. Aunque no fuera el típico retrato de una familia perfecta, me sentía bien, me sentía completa, y sí me sentía parte de una familia perfecta. Era como una vasija antigua y desgastada, tenía grietas, pero aun así, los pedazos se mantenían unidos, sin separarse, sin romperse.

El día anterior había hablado con Ronnie, él había viajado a Londres a encontrarse con su hermana, durante su viaje me mandaba fotos de los hermosos paisajes que habían en el país europeo. Se veía feliz, y eso me hacía feliz a mi también. Me había dicho que estaba empacando porque ese día tomaría su vuelo de vuelta a Nueva York, no le dije, pero planeaba encontrarme con él en el aeropuerto, iba a ser una sorpresa. Tampoco le dije —y tampoco se lo admitiría— que lo extrañaba, antes de que se fuera, habíamos pasado todos los días juntos y, de algún modo, me había acostumbrado a su compañía.

En cuanto a Yvonne, seguía siendo la dueña del café, aunque ya no la veíamos tanto. Nos había dicho que tenía que irse a alguna parte o algo así, que probablemente no regresaría pronto. Por suerte para Ronnie y para mi, no nos había dejado solos con el negocio, Valentine, su nieto se estaba haciendo cargo.

Él parecía ser unos años más joven que Ronnie y que yo, pero debía admitir que sabía administrar la cafetería de una buena manera.

—Mamá,—llamé—, iré al aeropuerto.

—Oh, está bien,—volteó a verme y me sonrió, una sonrisa malditamente cálida que amaba recibir. Me miró de arriba a abajo y estrechó los ojos en mi dirección—. Abrígate, ya es tarde, te va a dar frío.

No recordaba la última vez que me habían dicho eso, entendía que para algunas personas el hecho de que te digan "abrígate" era algo que te hacía poner los ojos en blanco y lo hacías a regañadientes. Pero me sentía querida, sentía que alguien se preocupaba por mí y me lo decía directamente. Una sonrisa se asomó por mis labios y le di un rápido asentimiento.

Ya abrigada, me subí a un taxi y partí rumbo al aeropuerto.

Cuando llegué había mucha gente, un montón de gente. Todas en movimientos, todas sonriendo, felices porque están a punto de viajar o a ver a sus seres queridos. También habían mascotas, a las que traté de evadir a toda costa —sobre todo a los perros—.

Según lo que me había dicho el pelirrojo, llegaría más o menos a esa hora. Intenté buscarlo, miraba a todas las personas que pasaban a mi lado, ninguna era Ronnie.

En mi bolsillo, mi celular vibró. Era un mensaje de él.

¿Me estaba viendo? Le hice caso y giré en 180 grados

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¿Me estaba viendo? Le hice caso y giré en 180 grados. Efectivamente, ahí estaba él.

Su cabello rojo estaba más largo y la ropa que ocupaba lo hacía parecer un esquimal, reí ante aquel pensamiento. También tenía una sonrisa en sus labios que decía "¡Vaya! Qué sorpresa" Porque seguramente ya había adivinado que iba a ir por él cuando llegara.

Me acerqué a paso cuidadoso y cuando ya estábamos lo suficientemente cerca para escucharnos y para hablar en un volumen de voz decente, sonreí.

—Hola. —Saludó.

—Hola. —Le respondí.








NO. PUEDO. CREERLO.

hOLA babies, bienvenidos al final de Medianoche en Nueva York. Dioses, esta historia, estos personajes, llegaron a mi corazón para quedarse. Amo con locura a Briseida (Bruselas) y a Ronnie (Muchos apodos que tienen que ver con su color de pelo).

Gracias a ustedes, mis lectores. Los quiero un montonononon y de verdad que muchas gracias por dedicarme su tiempo.

Ahora daré algunas menciones especiales, ¿si?
sarahhgood latiaangie y a asi_no_p_causa porque siempre votaban y llenaban mi corazoncito de alegría 💖

En fin, eso es todo por aquí.

Nos leemos en alguna otra historia, los loveo.

Lena fuera.

Medianoche en Nueva York | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora