23:59

1K 76 20
                                    

Subí a la pequeña azotea del café, probablemente era mi lugar favorito en toda la ciudad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Subí a la pequeña azotea del café, probablemente era mi lugar favorito en toda la ciudad.

¿De qué estoy hablando? La ciudad entera era mi lugar favorito.

La primera palabra que aparecía en mi mente cuando veía a mi alrededor, era magia.

Mágico era ver las luces reflejarse en los edificios a mi alrededor. Me recordaban a estrellas, pero cada una tenía un color diferente, estas aparecían y desaparecían cada segundo; me hipnotizaban. Todo se complementaba perfectamente con el aire fresco que movía mi cabello de un lado para otro. Ese había sido un largo día, y en un intento de quitarme todas las malas vibras que traía encima, inspiré profundamente.

Relajarse en Nueva York parecía algo irreal. Las bocinas de autos  sonaban por doquier, el mal genio de la gente  y entre otros sonidos contaminaban el ambiente, a algunas personas normalmente les molestaba y decían que eso le quitaba todo lo lindo a la ciudad.

Pero esa era la magia en todo el asunto. Quizás era porque aunque estuviese sola no me sentía así y en definitiva, no había otro lugar en el que querría estar.

Me pregunté qué habría pasado si el haberme ido de mi casa hubiera sido un error ¿Cómo volvería? ¿Qué dirían mis padres? ¿Dónde quedaría mi dignidad?

Tenía la respuesta a aquellas preguntas, seguramente habría sido algo así...

—Mamá, papá he vuelto. Siempre tuvieron razón, no sé cuidarme por mi misma, tendré que pasar el resto de mis días con ustedes porque soy una fracasada y a pesar de tener veintidós, no he ido a la universidad. Me quedaré aquí, permitiendo que me exploten.

Si, definitivamente eso no sería lindo.

Y me dolía con tan solo pensar en la posibilidad de que algo como eso hubiera ocurrido.

Pensamientos como aquel y muchos otros más, comenzaron a carcomer desde lo más profundo de mi cerebro hasta lo más superficial de mi corazón. Sacudí mi cabeza tratando de olvidar esa desagradable situación, y decidí que era mejor ignorar y enfocarme en el manto estrellado que había sobre mi cabeza.

Puse mis codos sobre la baranda que separaba el vacío del suelo de la azotea.

Ver el cielo de esa manera me recordaba a cómo era en la casa de mis padres, yo en la ventana del salón mientras tenía a mis dos hermanas menores brazos, mi papá sentado en el sofá opuesto completamente dormido y con un partido de fútbol americano de fondo.

Todo eso me provocaba una mezcla de sentimiento que no estaba segura de poder soportar. El tema era sensible, aún no lo superaba completamente, aún hacía que mi corazón se estrujara hasta lo más mínimo.

Mi alarma del celular sonó, sacándome de mi ensimismamiento.

Mis cinco minutos de descanso habían acabado y debía volver con Ronnie a ordenar el café para su cierre.

Pero ¿Y si no volvía?

Esa idea surcó mi mente por unos segundos.

Seguro si hacía eso, Yvonne —la dueña de Novelcoffee— me daría un zape.

Digo, ella nos llamaba por apodos que podrían decirse ofensivos y también nos daba zapes, pero era su manera de demostrar su amor, y Ronnie y yo lo entendíamos. Ahora, si sus zapes amorosos podían llegar a marearme, no me quería ni imaginar cómo serían los enojados.

Perdería el conocimiento de seguro.

Yvonne era lo más cercano que tenía de una amiga. Me escuchaba y me hacía reír a montones.

¿Quién iba a pensar que mi única amiga era una anciana de setenta años?

Luego estaba Ronnie, mi compañero de trabajo.

No conocía mucho de él —tampoco me interesaba— pero lo que sabía, era que no me caía bien. 

Sentía que eramos muy incompatibles, él es de muchas personas y yo de muy pocas.

Él habla y yo me quedo callada.

Él es de pensamientos idealistas y yo más de realistas.

Él me irritaba y yo le aburría.

¿Necesitaba más razones para no querer hablarle?

Con eso en mente, seguí dudando sobre mi opción a elegir, y como siempre lo hacía cuando estaba indecisa, saqué mi fiel moneda de cincuenta centavos y la lancé al aire.

Cara, me quedaba.
Cruz, iba con Ronnie.

Expectante, esperé a que aterrizara en mi mano.

Lo curioso es que ese momento nunca llegó.

La moneda quedó suspendida en el aire a medio girar.

¿Qué estaba pasando?

Me despegué de la baranda como si fuera un resorte, todo parecía muy real, pero no podía ser posible ¿Verdad? Pensé, que probablemente me había quedado dormida tras contemplar el cielo.

Bien, eso podía ser una pesadilla o un buen sueño.

Mi mamá siempre me dijo que para saber si estabas en un sueño, debía pellizcarte. Y eso hice, una y otra vez, lo único que conseguí fue un dolor punzante en mi brazo por la cantidad de veces que lo hice.

Estaba entrando en pánico ¿Me había vuelto loca? no lo sabía, no sabía qué estaba pasando. Miré a mi alrededor tratando de encontrar algo que me dijera que eso no era más que un sueño, no había nada, solo estábamos el tiempo congelado y yo.

Pamplinas, eso no podía ser posible.

Traté de tocar la moneda, pero esta giraba solo sobre su eje ante mi toque.

No cayó en ningún momento.

Oh no.


Feliz jueves ¿Cómo están?
Como se los prometí, aquí está el primer capítulo de esta historia corta.
Espero que les haya gustado y les agradezco por formar parte de esta locura, ojalá se queden hasta el final 🥺💖

Creo que me quedó más largo de lo que esperé, oops.
Decidí que las actualizaciones en esta historia serán los lunes y los jueves, igual podrán encontrar esta información en la descripción de la historia.
Y... Si, esto sería por ahora, recuerden votar, lavarse sus manos, cuidarse mucho lucho, quedarse es sus casitas y que los amo musho pelushooo 💕.
Nos leemos luego.
Lena fuera.

Medianoche en Nueva York | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora