—La verdad es que nunca nos vi como amigos — confieso.
—¿Como novios, entonces?
—¡No! — me sonrojo — simplemente parecías muy diferente a mí, y bueno, lo eres.
—Pero los polos se atraen.
—Así es — lo abrazo y bostezo. Ya son más de las dos de la mañana, y Lucía no ha llegado.
—¿Quieres dormir?
—Bueno... Tengo que descansar mi mente para ahora en la tarde — sonrío.
—A decir verdad, te he visto muy bien. Apuesto todo lo que tengo a que ganas el examen — se siente increíblemente bien el que alguien confíe en ti de esa manera, aunque sea jugando.
—Gracias por confiar en mí, no te fallaré.
—Bueno Ve, me voy. Tienes que estar lista a las dos, o vengo por ti y te llevo en brazos, estés lista o no.
—No serías capaz.
—Rétame.
—No tengo ganas. Igual no te preocupes, que estoy en la Biblioteca antes de las dos.
—Adiós.
Luego de arreglarme para dormir, me acuesto. En un principio me causa mucha dificultad dormir, ya que mi cabeza no para de pensar.
Me despierto por el sonido de una llamada entrante ¿Quién será? Contesto adormilada.
—Aló.
—Hola zorra. Cuídate la espalda — cuelga. Pero a mí ya se me fue el sueño, y Lucía no llegó. Son las cuatro de la mañana, y no me vuelvo a dormir hasta las siete.
—Tengo sueño — le comento a David.
—¿No te habrás demorado en acostarte? Me suena a que inventaste la excusa de que tenías sueño para echarme.
—No es eso, de verdad. Sólo que me desperté a mitad de la noche, y no fui capaz de volver a dormir.
—¿Qué hacemos, entonces?
—Comer manzana. Leí que eso te da energía — me río, suena un poco ridículo, pero hay que probarlo
Luego de comerme un par, realmente me siento con más energía.
—Ya me siento lista para dar todo de mí — David me pone al frente un taller de treinta puntos. Lo voy a matar.
—Ahora, si me disculpas — saca un libro de Isaac Asimov, pero no alcanzo a leer el título.
Luego de varias horas haciendo el taller, lo logro.
—¡Viste que sí podías!
—¡Lo sé! Soy la jodida reina de la Estadística.
—Mañana festejamos el triunfo.
—Merece la fiesta más grande de todas.
—Ya, la gente nos está mirando raro.
—¡Y a mí qué me importa! — grito de la emoción, pero terminan por callarme, junto con miradas de odio.
—¿Nos vamos?
—Por favor.
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Tratando de entenderme
RandomTengo 17 años, y finalmente es mi último año en este campus colegial. Contextualizándolos un poco, cuando tus padres no tienen el suficiente tiempo para ti, y con pretextos como que es lo mejor para tu futuro, te meten en un campus, o cárcel pagada...