—Dios, a veces actúo sin pensarlo. Siento mis mejillas arder de la vergüenza — lamentablemente al ser tan blanca, me ocurre frecuentemente. Me pongo roja al reír, al toser y al avergonzarme aunque sea un poco.
—Es tierno, porque te da una imagen de inocencia.
—¿Ah sí? ¡Yo soy bastante pervertida! — ¿Por qué dije eso?
—Dime algo sucio.
—Qué sexy te ves hoy — se voltea a mirarme. Tiene una mirada llena de diversión — ¿Qué?
—¿Eso es lo mejor que tienes? No pones ni a un hipersexual.
—¡Por favor! Si sólo con verme te prendes.
—¿Estás segura de eso?
—¿Qué insinúa, señor?
—No, yo sólo pregunto — me sonríe.
—Eres un idiota.
—No soy idiota, soy encantador. Y tienes envidia, porque no eres como yo.
—En tus mejores sueños desearías eso. Hasta debes tener sueños húmedos con esta bomba sexual.
—Tú te fumaste algo, estoy seguro.
—Te odio.
—Yo más.
—¡Es imposible que me odies más! Este sentimiento es puro.
—Cuando te enamores de mí te arrepentirás de esas palabras.
—Que te quede claro ¡NO ME VOY A ENAMORAR DE TI! — grito sílaba por sílaba.
—Mírame, es imposible que alguien no se enamore de mí.
—Si supiera taclear, ya estarías en el piso y sintiendo mis puños en tu cara.
—Estás loca.
—¿No decías que tenía un aire inocente?
—¡Pues se ha ido! Psicópata — aplaudo por el logro obtenido.
—Sólo lo dije para que no te burlaras más de mí. Aunque si me enojaras de verdad, podría llegar al punto de pegarte.
—¡Bravo, chica con carácter!
—No tienes que felicitarme. Muchas mujeres somos así, no es una rareza.
—Para mí sí, suelo relacionarme con zorras sumisas — me sorprende escuchar cómo se refiere a sus conquistas.
—Sólo las mujeres nos podemos insultar. Tú las debes llamar vasito de agua, ya que no se le niega a nadie — suelta una carcajada.
—Perdón, me corrijo. Suelo relacionarme con vasitos de agua ¿Está mejor?
—Así me gusta.
—Tengo sueño.
—Ve a dormir, yo tengo que ir a hablar con Lucía. ¿Hablamos después?
—Claro, chica sucia — me guiña un ojo y se muerde el labio. Ay Dios, creo que me he mojado.
—Chau.
Al llegar a la habitación, encuentro a Lucía empacando maletas, así que me paro en el marco de la puerta.
—¿No pensabas decirme que te ibas? — le comento con lágrimas en los ojos.
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Tratando de entenderme
DiversosTengo 17 años, y finalmente es mi último año en este campus colegial. Contextualizándolos un poco, cuando tus padres no tienen el suficiente tiempo para ti, y con pretextos como que es lo mejor para tu futuro, te meten en un campus, o cárcel pagada...